sábado, 23 de noviembre de 2013

Hipocresía

La hipocresía se hace de notar cuando te miro y me das una respuesta equivocada porque no entiendes que la sinceridad es un paso que todos debemos afrontar. Te miro y en un suspiro se me va la fuerza por la boca, los nervios se apoderan de mí, y es que me pierdo en tus ojos mientras me dices lo contrario a lo que me cuentan.  Pero es que es tan sencillo ocultar la verdad, que me da hasta escalofríos, sin conocer parte de las cosas ya busco delirios que no encuentras por más que lees las palabras de otras personas que opinan. No sé que hacer, lo más sensato siempre es recular, ¿cómo adentrarse a un laberinto sin un mapa? ya que con anterioridad me he perdido en otros que no logré salir sin prescindir de una parte de mí mismo. En mi diario se conserva cada historia, cada poesía, cada novela ya pasada, pero la tuya ni siquiera la he escrito ya que esta vez el temor me controla, y me hace poner las barreras necesarias que nadie quiere saber porque el interés que desprendo no alcanza a otros. Solitario y borrego visto desde fuera es lo que se puede intuir, pero nada más lejos, mi laberinto no es complicado, pero tampoco es el más fácil, solo hay que acercarse para entenderlo. Pero bueno eso nadie lo ha intentado todavía, así que no tienes porque se la primera en hacerlo, para eso ya llegaran otras ocasiones… huir es más fácil que luchar siempre se dice que de valientes está el cementerio lleno, pero, ¿Dónde están los cobardes? Supongo que se encuentran escondidos en alguna cueva rechazando cualquier atisbo de encontrar lo que algún día pretendieron. Así que punto, me alejo y me oculto como uno de ellos, así por lo menos sabrás que nunca fui capaz de asestar un golpe, aunque es ridículo, intentarlo podría haber sido una buena experiencia para interpretar los sueños de un niño que creció entre melodías románticas que aun hoy resuenan en su alma. Por eso entiendo totalmente la hipocresía de tus palabras de la que una noche más me advirtieron tus ojos para hacer que me decida por la distancia.

Carta desde el destierro

¿Te acuerdas? Yo sí, hace tiempo que no nos vemos pero nunca olvidaré el olor que dejabas impregnado en mi cama, cuando pasamos la noche en vela solo mirándonos a los ojos, porque no necesitaba nada más que tú presencia para ser feliz. No sé, tal vez  he podido obtener lo que yo pretendía, que era pasar toda mi vida contigo. Ahora hace un tiempo que te has ido y aunque lo he superado no ha habido día que tu nombre no resonara en mi cabeza, no ha había un día en el que algún recuerdo aflorara sacándome alguna mueca de tristeza o de alegría, siempre fuiste los dos extremos. Recuerdo cuando me cantabas, recuerdo cuando tu voz era la única melodía que mi corazón sentía, que mi corazón requería, pero todo eso ya paso, lo sabes y lo sé, pero no quiere decir que quiera olvidarlo, no quiero, pues eres el mejor recuerdo que poseo y lo mantengo como un tesoro que jamás será profanado. Y es que te quise tanto, que  te añore tanto cuando te fuiste que el despecho me poseyó, borre mil palabras que te había dedicado, queme tus fotos, borré tú numeró, y ahora mírame inventándome una carta para desahogarme, inventando una vez más una historia sobre ti, mi gran dilema siempre has sido. Ahora te miró y veo como pasas cada mañana por mi calle, sé que tienes un nuevo amor, ni siquiera te paras a mirarme, ni siquiera un pequeño gesto, es como si para ti no existiera, pero no te culpo, nos divertimos y eso fue más o menos lo que tu querías, a pesar de que yo requería otras atenciones.  Lo siento, dejare esto en tu buzón, sí, en el buzón donde siempre recibes mis palabras, espero que tus ojos estén aquí y que esta carta no acabe en la basura, pues ya sería la segunda vez que arrojas mis sentimientos al contenedor del olvido, a sabiendas que mis ojos todavía se humedecen cada mañana que te veo pasar.  Porque aunque anteriormente citara “te quise”, realmente quise decir… te quiero.

Círculo eterno

Toda historia tiene un principio, pero no siempre tiene un final, el cuento que relato no puede terminar, pues el tiempo que transcurre no va más allá.

Una mañana un muchacho, sin ánimo de envejecer, corrió hacia la mar para exigirle a los dioses la inmortalidad. Pasaron horas y no obtenía respuesta, pero no desistía, el muchacho de allí no se movía. Cuando unos días pasaron, y exhausto en el suelo reposaba, un barco de vela se acercó a su vera. No era demasiado grande, una vela y un timón para dirigirlo, ya que extrañamente un viento estaba levantándose a sus espaldas. El muchacho casi a rastras se subió en él, y cayó en un profundo sueño, del que aun hoy no sabe bien si ha despertado.

Cuando recobró el sentido de aquel extraño descanso, se percató de su estancia en aquel pequeño velero, con su vela blanca y el timón desorientado, dando bandazos, haciendo que aquella pequeña, pero hermosa embarcación no fuera estable. A su alrededor solo avistaba el océano, sus ojos se perdían en el horizonte, que no parecía tener final ya que ambos azules, el del mar y el del cielo, se fundían en uno. Pero no tuvo miedo, agarro el timón con todas sus fuerzas y estabilizó el velero. El viento que aún era su compañía, le hizo avanzar varias millas en pocas horas, y en sus pensamientos la sensación de libertad que inspira el mar. No padecía fatiga, pues el hambre a él no le parecía afectar, en su mente la idea de la inmortalidad, era suficiente para continuar. 

Tras varios días navegando, y con su afán de avanzar, avisto tierra, y hacia ella puso rumbo. Encalló en una playa de arenas blanca, en donde la vista se perdía pues de cerca nunca lograba avistar el fin de la arenas. Una vez bajo del barco, recorrió la playa hacia un lado y nunca encontró su final, volvió sobre sus pasos extrañado, eso no podía ser normal, pero hacia el lado opuesto no encontró otro resultado.

Cuando intento encontrar su velero, este ya no estaba, la inmensidad de aquella playa le había hecho perderse. Desesperado busco sin descanso, pero ya ni siquiera el mar veía. Sin entenderlo, se encontraba en medio de un desierto del que no había constancia en ningún mapa conocido en aquella época, y no le quedó otra que avanzar. Perdió la noción del tiempo, y de aquel vasto lugar no lograba escapar, hasta que llegó el momento, en el que su mente dijo “basta” y se paró a meditar. El tiempo parecía estar estancado, su única noción era el bello de su rostro que había crecido como nunca habría imaginado, una larga barba oscura le había dominado por completo su rostro, ya no parecía un muchacho, pues parecía algo mayor, se dio cuenta que su cuerpo no funcionaba igual, y también que aún no poseía la inmortalidad, pero que aún su viaje no iba a terminar, comprendió que si algo se quiere, se tiene que luchar, pues el mundo no regala nada, se lo tenía que ganar. Cuando ese pensamiento rondo su cabeza el muchacho desmayo y en un lugar sin precedentes vino a despertar. Pues un bosque de árboles gigantes, su vista fue lo primero en contemplar, reposaba sobre las hojas de aquellos extraños árboles que parecía que su lecho habían construido a consciencia para que pudiera descansar y esto al muchacho le dio que pensar.

Pensaba y pensaba, pero las respuestas nos llegaban, hasta que en un momento de ira, precedida por su incomprensión, grito en el bosque:
-         
¿    - ¿Qué queréis de mí? –grito sin alguna esperanza de obtener respuesta-.

-         -   Que entiendas, que lo que has pedido no es ninguna bendición pues más allá de la razón de los mortales va la vida eterna.  Aun no has logrado comprender tu petición, y tu viaje no ha hecho más que empezar, pues hasta que no logres entender la magnitud de tus sueños no podrás nada reclamar –sonó un susurro en todo el lugar de fácil compresión pero no había nadie que esas palabras pudiera lanzar-.
-         
            - ¿¡Eso que significa!? –grito el muchacho de nuevo pero ninguna respuesta se dio-.

El muchacho extrañado no entendía nada, no sabía si soñaba o si era la realidad, el bosque era oscuro, apenas pasaban los rayos del sol debido al volumen de las copas de aquellos gigantescos árboles, que por cálculos aproximados de aquel hombre, cincuenta metros podían alcanzar.
-         
      - Avanza… -otro susurro sonó-.

Esta vez el muchacho sin demasiadas dudas avanzo, sin dirección ni destino pero no podía fracasar, pues su empeño era indestructible, no daba lugar a fallar, y las señales le venían solas era imposible su camino errar. Avanzando por aquel bosque se percató que su barba ya no estaba, y que su cuerpo no estaba más cansado, volvía a ser el mismo que cuando embarcó.

Se adentró por el bosque en línea recta, pero al mismo punto volvió, pues su lecho de hojas volvía a divisar, cambio de rumbo y otra vez al mismo lugar regreso, una y otra vez lo intentaba con mismo resultado todas las veces, sus pensamientos eran extraños, pues parecía que volvían al principio, como si se reiniciara su cabeza, y volviera a emprender el camino, pero sin perder recuerdo alguno, era inexplicable. Comenzó a marcar los árboles para ver si así resolvía el misterio, pero lo intento tantas veces que llego un momento en el que todos los árboles que miraba estaban marcados, no llevaba la cuenta de sus marcas, pero por aproximación había marcado unos quinientos árboles, y eso le hizo llegar a una respuesta lógica, pues aquel bosque no se extendía de manera normal, sino que era circular, no tenía principio ni final por lo que una salida nunca lograría alcanzar. Una explosión sonó a su diestra y el humo colmo su vista, cuando se despertó una mesa con dos sillas se había aparecido.
-         
      - Siéntate –el susurro volvió-.

Después de lo vivido el joven ya no se preguntaba sobre lo sucedido. Acataba lo que escuchaba como si de órdenes se trataran.

En la mesa aparecieron suculentos platos de comida, pero nuestro protagonista no tenía hambre, cosa que no entendía pues llevaría días sin comer. Del bosque surgió una figura humana que se acercaba hacia él, cuando se pudo hacer visible, era un anciano decrepito, calvo y con una barba que apenas permitía ver si estaba vestido, pero cuando se vio su perfil, su espaldas estaba desnuda, así que el muchacho dio gracias por su extensa barba que cubría su cuerpo.

El viejo decrepito no soltó ni una palabra, comenzó a comer, el muchacho desconsolado intento probar bocado, pero la comida no le entraba, y se tuvo que conformar con ver el gozo de aquel anciano. Cuando la comida el anciano había devorado se dirigió al muchacho.
-         
       - ¿Qué has aprendido del bosque? –pregunto el anciano-.
-          
             - Que es una trampa para la mente, no tiene principio ni final, por lo que siempre acabaras en el mismo lugar.       –respondió el muchacho-.
-          
       - Y, ¿Qué quiere decir eso? –cuestionando su respuesta el anciano le respondió-.

El muchacho miro al anciano con incertidumbre no entendía la pregunta, y se limitó a callar.
-         
       - ¿Callas?, no has entendido nada… bueno te lo voy a explicar.  El bosque si tiene un principio, pues partiste de un punto, es como la vida, estaba mucho antes de que tú nacieras, muchas cosas han pasado antes de tu “principio”. Pero, exacto, no tiene final, igual que la inmortalidad, deberías entender que si la vida eterna quieres obtener, tu vida como este bosque no tendrá otra finalidad, más que girar por el mundo una y otra vez, pues la vida del individuo debe concluir alguna vez, sino concluye, ¿Que alicientes tendrás?, conseguirás todo lo que anheles, pero ¿Después que harás?, vagaras por el mundo como alma en pena y ninguna persona encontrarás que perdure contigo. –anciano-.
-          
              - No necesito a nadie, quiero perdurar más allá del tiempo, pues la muerte es mi temor y es insoportable para mí, por eso mi anhelo más grande es la inmortalidad, y lo que conlleve estoy dispuesto a asumirlo por encima de todo. –muchacho-.
-          
              - ¿Qué has sentido cuando me has visto comer?, acaso ¿no te has desconsolado? –anciano-.
-          
              - Si –respondió el joven-.
-          
               - No necesitas comer, eres inmortal, tampoco necesitaras otros tantos placeres, tu cuerpo jamás morirá, debes entender que tu petición trasciende más allá de tus sentidos, y que lo que añoras, que crees que perderás en la muerte, ya jamás lo volverás a necesitar. Tu concepción del mundo nunca será igual, pero si tu camino hacia la inmortalidad quieres continuar ve hacia esa puerta, allí encontrarás lo que buscas. –le enseño el camino y se esfumo haciéndose uno con la niebla-.

Una vez desaparecido el anciano, la puerta se dispuso el joven a atravesar,  pero cuando estaba a punto de tirar de ella, su mente empezó a cuestionarse las palabras de aquel anciano decrepito, que aunque le pareció un poco estúpido su pensar, un trasfondo tenia sin dudar. Pues más sabio que el anciano, nunca a nadie había conocido, pero la ignorancia del joven, hizo que en aquel momento no lo entendiera y aunque con dudas atravesó la puerta.

Atravesó la puerta, y volvió al muelle, donde había cogido el barco de vela, se levantó del suelo y se preguntó si había vivido o soñado aquellos sucesos. Camino hacia el mar esperando respuesta pero nunca la encontró. Volvió a su casa y se dispuso a vivir, pero transcurrieron los años y nada comió, ni siquiera envejeció, por lo que la inmortalidad, le había sido brindada, así que no necesitaba echar raíces en ningún lugar, recorrió el mundo entero, con el paso de los años coleccionando reliquias hizo dinero, y pudo conseguir todo lo que quería, leyó miles de libros, y empezó a comprender todos los secretos, pero vacío se sentía a cada paso que daba, pues época tras época veía los mismos errores de sus iguales, guerras, amores, amistades, y demás relaciones.

Cuando ya lo había visto todo, siempre salía algo nuevo que le provocaba curiosidad, eso le permitía vivir sin preocuparse demasiado, pero todo aquel que había conocido había muerto, y aunque nunca quiso encadenarse a nadie, nadie le conocía, nadie reconocía quien era, y siempre tenía que volver a empezar. Una vez visto todo el mundo, elegido un lugar para establecerse, pensó que, mil años habían pasado, desde su encuentro con aquel anciano, el cual posiblemente ya estaría muerto, pues por sus palabras rechazo la inmortalidad.

Cuando se estableció en un emplazamiento tenía una casa enorme pues el dinero le sobraba, y harto de la soledad se intentó integrar en la sociedad. Pero siempre huyendo de establecer relación con nadie, pues sabía que para ellos la muerte llegaría, y que si lazos construía la eternidad le castigaría. Pero todavía le quedaba una lección por aprender, pues que la vida no se puede controlar, el futuro nunca había estado escrito, y él no se lo había planteado de esa manera, las casualidades existen y cambian la percepción. Conocía la historia casi al completo del pasado, sabía que como aquel bosque iba en círculos repitiéndose una y otra vez,su única carencia era su desconocimiento en el amor, pues llega sin avisar, y esto nunca nadie se lo advirtió.

Una mañana paseando por las calles de aquel pueblo en el que fue a recalar, una joven hermosa se cruzó en su camino, no podía describir el sentimiento que le provoco la belleza de aquella muchacha pues nunca había estado lo suficiente en un lugar para colgarse de alguien, pero de aquella muchacha nunca se olvidaría.

Después del día que divisó a la joven, por primera vez, iba cada mañana a verla pasar, por miedo nunca decía nada, y su vida entera comenzó a basarse en aquella joven, que había robado su amor. Un día la muchacha se le acerco, y le saludo, a partir de ese momento una conversación entablo, pues la joven también pasaba por allí para verlo y eso cambió al muchacho para siempre. Cada día iban a verse, y de ella se enamoró, igual que ella se enamoro de él, hasta que a su casa juntos fueron a vivir, tuvieron un hijo y su vida durante los primeros años paso con normalidad, pero ella se comenzó a preguntar por qué su amado no envejecía y cuando le pregunto, el no supo responder, y por miedo la abandonó, le lego toda sus riquezas y simplemente desapareció. Recorrió el mundo jurándose no volverse a enraizar, pero los pensamientos de su amada no le dejaban en paz, cada cierto tiempo, volvía aquel lugar, para su familia, poder observar. Cuando cincuenta años después volvió, su mujer ya era anciana, y su hijo ya le había dado un nieto.

Años más tarde volvió y a su amada no diviso, pregunto por ella pero en el cementerio fue donde la encontró, lloro desconsolado, pero a su estirpe siempre cuido. Paso la eternidad observando a su descendencia y añorando el día en el que se enamoró.

Los años pasaron y el caos desoló el mundo siendo el único ser humano que quedo en la faz del planeta, sin ningún aliciente simplemente se recostó para emular la muerte que había llegado anhelar, lo cual nunca se imaginó. Creció un bosque sobre él, y en árbol se convirtió, para mayor desconcierto en aquel bosque creció, donde el anciano todo le contó, al convertirse en árbol un deseo se le concedió y su deseo fue la mortalidad desde el punto en que su amada conoció, pero ese deseo no se le cumplió, dejo de ser árbol y vago como humano en el bosque, en el que envejeció, ya que el bosque estaba en otro plano de existencia que ningún otro ser había vislumbrado. Cuando aprendió a vivir en soledad, un lecho con las hojas se fabricó, se despojó de sus ropas, su barba creció y su pelo desapareció, vagaba por aquel bosque ignorante de su imagen,  hasta que un día volviendo a su lecho un muchacho observo recostado en él, y se dio cuenta de que su deseo quizás nunca entendió, pues era el mismo la primera vez que el bosque visitó, le susurro las palabras que de joven escucho y por arte de magia la niebla de nuevo, surgió. La misma mesa donde antaño se sentó apareció y comprendió que hacía mucho tiempo que no degustaba tales manjares así que simplemente se sentó y comió. Cuando acabo repitió la conversación, pues sabía que dijera lo que dijera, ya la decisión había sido tomada, sabía que aquel joven entendería algún día las palabras ya que el mismo era quien estaba frente a él algo que no le extraño pues el circulo de la inmortalidad había llegado a su punto de partida. 

Poco después de que el muchacho que el había sido se marchara, en su lecho reposó, y se dio cuenta de una gran verdad, que posiblemente, nunca se equivocó pues con el recuerdo de su amada sus ojos cerro para volver a ver su sonrisa, para volver a sentirla, al poco falleció y mientras la vida se escapaba de su cuerpo sintió entre delirios el calor del amor que una vez afecto a su cuerpo.
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jueves, 21 de noviembre de 2013

¿Por qué no soñar?

Imagina un mundo en el que nadie sufra, en el que nadie llore, sería un mundo en el que valdría la pena vivir, no en este desconsiderado mundo donde nos usamos unos a otros de escalones, donde nada importa con tal de conseguir nuestro objetivo. Nada importa si llegas a la meta antes que los demás. A veces miro al horizonte y veo esperanza en mis semejantes con acciones que se anteponen a esa extraña lógica de la lucha por el poder. Pero creo que eso es imaginar demasiado ya que por mucho que se intente nunca se conseguirá, es una tontería pensarlo pero porque no cerrar los ojos y visualizarlo, intentando tender una mano al de al lado aunque sea diciéndole algo positivo que le ayude a afrontar los días con una actitud positiva, quizás se formaría una cadena y nos encontraríamos con nosotros mismos, un grano de arena que está contribuyendo a realizar un desierto mejor del que ya está. Sueños estúpidos que serían tan fácil de realizar, aunque siendo realista sé que nunca sucederán. Pero, ¿Por qué no soñar?.

Tontas intenciones

Suspiro que esconden miradas
en la triste soledad
lejanas intenciones
pero cercana curiosidad
sueños mojados
relatos que no suenan
inviernos oscuros
que mis sabanas no conocerán
alaridos sin sentido
que llegan desde el mar
movimientos que no miro
pero quiero recrear
no pienso que me pierdo
no me dejo llevar
siempre intento evitar
miedos ocultos
que bañan mi realidad
en ríos de nostalgia
que nunca se contarán
despedida anticipada
que llego sin saludar
hasta el fin del momento
no lo quise asimilar
hasta llegado al lugar
donde nunca debió pasar
aquel triste encuentro
que no puedo olvidar
que debo descartar.

Despertar

Una mañana te despiertas y rompes con todo, intentas olvidarte de todo lo que te rodea, te adentras en un mar de silencios para no corromperte en tus ideas. Miras a tu alrededor mientras nadas y ves que la nada es tu aliada, en ese mar donde la vida y la sociedad abundan por su inexistencia, lo que te provoca una sensación de calma que no puedes asimilar del todo, porque aunque no quieras, tu cabeza y tu cuerpo siguen funcionando, haciendo imposible la completa unión con tu propia paz interior. Y mientras te descompones en mil pedazos para armar correctamente ese ‘puzzle’ que llamas vida, las imágenes empiezan a flotar a tu alrededor, momentos alegres a la par que tristes, situaciones que no recuerdas pero están ahí, por ejemplo, algo tan insignificante como una sonrisa que te dedicó algún desconocido un día cualquiera, esas cosas siempre solemos descartarlas para ocuparlas con otras a las que damos prioridad. Así se empieza a salir de la calma, preguntándote, hacia dónde vas, que puedes hacer, si aquello está mal, si lo otro está bien, no sé, si pudiera darme un consejo sería cerrar el libro y empezar uno nuevo cada día, continuar los cimientos que te hacen agitarte por la curiosidad y descartar aquellas cosas que realmente no te aportan nada más que delirios camuflados en una era digital, tan fría, pero a la vez tan cotidiana que empezamos a confundirla con la realidad. Y es que en realidad es tan sencillo, es tan fácil, mirar hacia adelante pensando que algo mejor va a suceder, ya sea en un corto periodo de tiempo o a largo plazo, pero siempre con los pies en el suelo, ya que la vida no es un cuento de hadas y el sufrimiento va ligado a la misma. Por eso, debemos intentar asimilar las oportunidades, vivir sin arrepentimientos y sacudirnos de lo malo, disfrutar los buenos recuerdos sin llegar a rozar la nostalgia, ya que puedes anclarte en algo que ya sucedió y aunque forma parte de tu ser, no forma parte de tu presente, que es donde vives, en el presente, ese bendito regalo que puede cambiar en cualquier momento sin avisar. Para concluir, pensar que lo más sensato cuando la tristeza te llama, es olvidarla y olvidar que la has olvidado para ver el amanecer que nos regalará cada mañana, en este extraño circulo vicioso al que llamamos vida.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Incontrolado

Cuando menos lo esperaba apareció ella bajo mi ventana, vestida tímidamente, aunque bajo aquella abultada y protectora ropa se podía intuir el contorno de sus curvas que a mí me perturbaban de manera que no me fije en su fingida y nerviosa sonrisa. Le abrí la puerta y le di dos besos, uno en cada mejilla, con suavidad, dándole a entender que aunque sabíamos a que venía no iba a ser frío, no iba a ser una vez más de las que al día siguiente te arrepientes, porque a veces aunque en los temas del sexo la crudeza excita, en mi terreno la ternura siempre tiene lugar.
Entro en mi habitación y comenzó a examinar todo a su alrededor buscando pistas sobre mi persona, buscando algún dato que le diera una excusa para irse, pero no lo encontró.
Conversamos un rato y decidimos meternos en la cama, hacia frío, pusimos una película y ahí comenzó el delirio. Mis manos bajo la manta comenzaban a hacer círculos en su espalda, ella se mostró un poco inquieta, pero no me paro, ya que en su cara dos controvertidas expresiones me deleitaban, placer y nerviosismo. Al cabo de un rato de subir su temperatura con  mis manos, el nerviosismo desapareció, y tímidamente me acerque con mis labios a su cuello, su respiración comenzó un poco a acelerarse, e intento participar, pero no la dejaría, me había decidido a hacerla disfrutar, le dije que se relajara, y asintió, lo que me llevo a continuar con mis labios recorriendo todo su cuerpo, sin prisas, no existía mañana solo aquel instante, tan esperado, y a la vez tan extraño.  Cuando no pudo más, se abalanzó sobre mí, nos fundimos en un primer beso que no esperaba, tan apasionado, tan único, no sé como describirlo sin darle entrada a la perversión. Ella a medida que el beso transcurría, se envalentonaba y sus manos buscaban partes de mi cuerpo prohibidas, partes que no querían aun participar, pero ella las requería, yo encontré de nuevo su cuello, y me deleite en él, me deleite de tal manera que su respiración comenzó a ser intensa, tanto que las zonas prohibidas llegaron a ver la luz, yo con mis manos ella con las suyas, nos dimos de bruces hasta que la agarre con fuerzas y la arrastre hacia mí, la conexión fue inmediata. Nuestros cuerpos eran uno, los gemidos resonaban en toda la habitación, la excitación era descomunal, pareciera que llevábamos toda una vida conectados, pero no, era la primera vez que se veían a solas, y eso nos les preocupaba ya que siempre todo fue mi claro. El tiempo pasaba y no parábamos, era como si la vida nos fuera en ello, movimientos que desataban el placer más exquisito, su deslumbrante cuerpo sobre mí,  que más podía pedir, nada, porque no podía ni pensar, me estaba volviendo loco, y no podía contenerme…


Entonces abrí los ojos… miré a mi alrededor y estaba solo. Había sido un sueño, ya que esto solo podrá ocurrir en mi imaginación. Ya que esos besos nunca se podrán probar en lo que es mi estúpida realidad.

La indecisión en un suspiro

En una noche pueden pasar muchas cosas, sobre todo en una que no debió existir, ya que se había tomado la decisión de no hacer acto de presencia, de no estar en aquel lugar, pero instantes después de que la decisión se había tomado, se fue al traste por terceros en un arrebato de chantaje emocional, que no sabes repeler, por lo que al final acabas cediendo a la presión. La noche transcurre como siempre, nada del otro mundo, reunión en un palmo de terreno para acabar con las existencias que nos envalentonan ya que en nuestro estado común somos un círculo cerrado. Pero las existencias disminuyen y aparecen agregados, otros que esperabas porque aprecias su compañía, otras sin embargo que ni sabias de su existencia aun ya habiendo coincidido, pero bueno, las cosas pasan por algo. La compañía inesperada se convierte en el juego de aquella fatídica noche que desembocaría en algunas tonterías que no comprendí en ese instante, ni comprendo ahora y dudo que llegue a comprenderlo. Pues es que sin buscarlo, sin esperarlo, algo en mí que creía apagado, se encendió levemente, cediendo un poco a la esperanza, pero siempre con los pies en el suelo, porque por mucho que la atención sea requerida por otros nunca sabes por donde va el juego. Y así transcurrió, sin más, un encuentro inesperado, interesante, pero que nunca debió haberse dado, ya que el terreno en el que adentraba consistía en dosis de indecisión de cabo a rabo. Así que entre juegos absurdos y situaciones desconcertantes paso esa noche con el recuerdo único de curiosidad ante aquel inesperado desvelo que me provocó esa noche en la que Morfeo no me recogió en sus brazos.


Los días siguientes, la claridad se hizo hueco, lo que provocó dudas, demasiado fácil, demasiado cortante, no sé, no habría podido intuir la situación que se me venía encima ni rogándole al cielo por ello, pero bueno, sucedió y no hay porque lamentarse ya que mi tendencia a la negatividad me protegía, pero pasaron más días y comenzó una especie de conversión en mis pensamientos, pero también del otro lado comenzaron dudas. Jugamos un juego peligroso, porque en algún momento alguien querría dar definitivamente el paso, pero siempre adelantándome a los acontecimientos sabría que sería yo. Pero cuando mi decisión estaba tomada, mi querida enemiga en esta guerra, comenzó a divagar, comenzó a dudar, comenzó a darme señales de que lo que yo ya intuía, iba a suceder, y sucedió. Echó la culpa a otras cosas, echo la culpa a mil cosas por cobardía de no contarme que realmente no sabía la verdad, y pienso yo, para que tanto paripé, para que tanta historia, entonces analizando entendí que para ella no era fácil, y me resigne, me resigne a darme cuenta de que todo había sido un caso extraño, un caso que le puede pasar a cualquiera, a cualquier que se enfrenta a ella, así que cierras los ojos, lo piensas, le das la razón y sin rendirte una vez más lo intentas, pero no da resultado así que le dices “adiós” a esa indecisión que surge de un suspiro.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Extraño el razonamiento

No puede ser
eres la vida
eres el sueño
la típica anécdota
sonrisa de día
llanto de noche
existencia del cielo
ángel en llamas
por ti, deseos
incluso algún lamento
efímera y risueña
siendo un beso
siendo un beso
beso que quiero
aunque lo tengo
no lo observo
quizás no existe
para mi aquello
que siempre siento
que siempre pienso
que nunca obtengo
porque es difícil
reconocer tu cuerpo
en la penumbra
de la soledad
que llevo adentro
porque no estas.

Sin contar lo que siento

Escuchando una canción me di cuenta de lo que siento, el delirio que provoca la sensación del roce de tu cuerpo, cuando en la oscuridad de la noche, entre las sabanas te encuentro, entre gemidos de placer que a nadie cuento. Te diría lo que pienso, pero te asustarías, ya ves, esto no es un cuento donde todo es perfecto. El silencio me mata, pero el tiempo no voy a desaprovechar  los momentos que compartimos, aunque los anhelo, no quiero que esos sentimientos lleguen a tus oídos, pues las alas de tu cobardía, están siempre alerta, por si escuchan un te quiero, alejarte para que no se haga de día. Es que eres tan orgullosa, es que eres tan decidida que sabes lo que quieres y no te importa lo que yo te pida. Así que mi secreto será eso, un secreto que me guardo hasta que a mi lado Morfeo te lleve al mundo de los sueños, porque a tu lado, en el exterior, yo velo por tí para grabar tu imagen para las noches donde la soledad es mi más fiel aliada.
Cuando duermes eres tan hermosa, que un poeta sería incapaz de plasmarlo en un papel con palabras, ni siquiera una foto podría captar al completo tu esencia, porque no solo es tu belleza, también es tu olor, incluso el sonido de tu respiración lo que a mí me desvela, lo que a mí me enloquece, lo que a mí me hace pensar que si tuviera que elegir, elegiría un minuto contigo descartando todos los años que pueda vivir sin ti, porque te quiero, a pesar de que en tus pensamientos, solo mi cuerpo sea el que te quita el sueño.

Lamentos que sustituyen a los sueños

Una mañana, al despertar, me di cuenta de que el tiempo había pasado, no le di mucha importancia hasta que llegue al espejo para admirar mi reflejo. Ante mí ya no estaba la imagen predeterminada que recordaba, ante mí la vida había pasado apenas sin darme cuenta. Había perdido muchas cosas y ganado muy pocas, había caminado cientos miles de kilómetros sin recordar nada que valiera la pena, exceptuando una serie de personas que siempre están en mi día a día, aunque estén lejos o cerca, siempre están presente. Pero siendo honestos, al único que no encuentro es a mí mismo, a esa persona que miraba la vida a los ojos para enfrentarla, de esa persona ya queda solo el recuerdo, y cada día se diluye más entre decepciones que no reconozco por no preocupar a nadie. Es una mierda, porque sientes que todo el mundo está por encima de ti, no te valoras, lo que provoca que nadie te valore, aunque tus actos sean nobles, sientes que el mundo te escacha por ser la sombra de lo que fuiste, pero no te escacha el mundo, porque de hecho eres tú mismo quien lo permite, así que realmente el que se escacha eres tú mismo. Ojala pudiera dar un consejo ante esa sensación, pero todas las respuestas me resbalarían, porque no tengo el manual para encender la motivación que me conduzca al cambio radical de mi actitud, y si yo mismo no puedo ayudarme, no puedo ayudar a nadie más. Es triste ser consciente de una realidad, que por una cosa u otra no te permites cambiar, una realidad que ves desde lejos siendo tan tuya que es ridículo que el cambio no se lleve a cabo. No lo entiendo, ni podré entenderlo nunca, tal vez necesite a alguien que sea mi guía, aunque eso también es absurdo, porque no puedes depender de nadie para salir adelante, porque nadie dura toda la vida, todos pasamos por la misma absurda realidad que nos ha tocado vivir, y bastante tienen los demás para fijarse en alguien que ni siquiera hace por sí mismo, así que la decisión puede ser fácil, rendirse y dejarse morir en el altar donde un día en vez de lamentos había sueños.

Lo que mis palabras te cuentan

No me preguntes, no pierdas el tiempo, solo escucha lo que mis palabras te cuentan. Te conocí una mañana, y te fuiste una noche, sin decir adiós, solo un triste beso en la mejilla que me valió para entender que tú presencia ante mí no se repetiría… es triste decir adiós, creo que por eso lo obviaste, pero tal vez nuestra efímera relación merecía algo más, casi todos los finales de las historias que conozco son más espectaculares, pero este no, este fue sencillo, tan sencillo que se clavó en mi corazón como una lagrima en un papel, posiblemente se seque, pero siempre permanecerá en el mismo lugar donde se depositó. Pero se supone que todo es así, historias comienzan, otras acaban, otras simplemente no se cuentan, esas son las mejores, porque permanecen escritas en el interior de las personas que las vivieron, sin mayor trascendencia que la de un recuerdo que vive en ellos.
Desde aquel solitario pero cálido beso en la mejilla, mis noches se han hecho largas, incluso he llegado a derramar lágrimas por tu ausencia, mirando hacia el cielo buscando una respuesta desde mi ventana, pero esta nunca llegó.
Escucha cuando te digo que lo que siento por ti va más allá de lo terrenal, pues sentía que la conexión que existía entre ambos era mucho más, mucho más de lo que quieres reconocer, porque sé que temes estar cerca de mí, porque puedes volver a caer, pero tu parte racional no te deja fijarte en un ser tan oscuro como yo. Pero lo siento, porque tendrás que escuchar mis divagaciones una vez más, una vez más para que comprendas que no te culpo, ya que entiendo que soy complicado y meterse en una aventura conmigo tiene tantos riesgos que puede peligrar incluso tú cordura, pero no tengas miedo, no te pediré que vuelvas, porque aunque el silencio de mi cama me ametralla a que me arrodille suplicándote que vuelvas, no pasará, porque siento que estarás mejor sin mí, aunque te pertenezca, y mi almohada me relate historias en las que tu estas ahí, en esos sueños donde todo es de otra manera.

Desde que te vi, lo supe, desde que te vi, te quise, y ese amor no puede reflejarse en ningún lugar más que en tu interior, si acaso escuchas, lo que mis palabras te cuentan. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

Dejar de molestarte

No quise hacerte sentir así
jamás quise incomodarte
lo siento por sentir esto que llevo por dentro.

No sabes cuanto me duele mirarte y no poder tocarte 
que aunque para ti mis cosas sean insignificantes
para mí son demasiado duras.

Perdón por los momentos que dices
que no estás enfadada
sé que si lo estás y que tal vez me haya equivocado.

Equivocado porque no puedo ser egoísta
cuando sé que tú ni te das cuenta 
de lo mucho que a mí me haces sufrir.

Sé que nunca estaré contigo ni de lejos
lo sé porque me tratas con indiferencia  
también por lo distante y tajante que eres conmigo

Pero  no entiendo porque aun así te pienso
no tengo derecho de sentir lo que por ti siento
seguramente no te lo mereces.

Aunque por mi voz nunca escucharáss
esto que llevo aquí, muy adentro
sé que lo sabes porque mis palabras relees.

Estúpido de mí que se dejó llevar
para dejarlo crecer cada día más
aun sabiendo que nunca, nunca será mutuo.

¿Porqué sentir algo así por alguien que sabes que no será tuyo?
¿Pero para que ignorarlo? no pedí sentir esto
No elegí mirarte como si en tu belleza estuvieran todas las respuestas.

No pedí esta sensación
sobre todo por alguien que no me mira
quisiera poder olvidarte.

A veces pienso en odiarte
pero sé que lo que odio es quererte 
es un suplicio que debo conllevar.

Sé que no me quieres
y que mi adiós debería llegar pronto
pero es que no logro resignarme.

Me siento raro,
no esperaba sentir por alguien esto
parece que fuera la primera vez que me pasa.


No te preocupes por mí si ves que me despido
pues prefiero olvidarte
si así dejo de molestarte.