Navego entre mis
pensamientos en altas horas de la noche, entre sorbos de café me pierdo en mil
delirios que no me llevan a ningún sitio. No sé, ya esto se ha convertido en el
pan de cada día, me gustaría ser un robot para tener un botón de apagado, o mucho
mejor uno de reiniciado ¿Por qué? pues es bastante simple, para vaciarme y
volver a llenarme de nuevas sensaciones y olvidar aquellas experiencias que me
han enseñado a defenderme del dolor que provocan determinadas personas o
situaciones.
Enciendo un cigarrillo
mientras miro por la ventana, la vida continua... ni siquiera a estas horas las
personas paran de moverse, eso me da que pensar, me hace preguntarme cuantas
historias han pasado frente a mí con cada persona que se me ha cruzado por el
camino. Mientras observo a las personas que pasan, me pregunto porque sigo
quieto en mi ventana, no sé, es como que al fabricarme me dejaron incompleto,
un ser que no sabe desenvolverse en lo más básico que es la comunicación e interacción
con los demás para llegar a un fin común, un fin en el que todos salgan
beneficiados... pero ya ves, en mis defectos, yo opto por ir a mi puta bola. Porque
el beneficio mutuo, lo sé y lo sabes, es una utopía, las acciones
desinteresadas, no es que abunden y el egoísmo esta implícito hasta en las
portadas de los periódicos más sensacionalistas. Así que, quizás mi forma de
ver el mundo no este del todo equivocada.
Mientras sigo viendo como
las vidas de otras personas se van cruzando en el camino de mi nostálgica
mirada, comienzo a indagar en nuevos horizontes y alzo la vista al cielo para
contemplar la luna, que para mí es un elemento de mis fantasías más profundas,
pero eso aún no lo comparto con nadie, ¿Para qué? pocas personas se paran a
escucharte, y de las que se paran a escuchar tus melodías más íntimas, si no
las comparten... no las entienden, así que vuelvo a preguntar ¿Para qué? para
que compartir historias que nadie quiere escuchar, aunque he de reconocer que
cuando alguien las entiende el mundo parece que nos regala un poco de luz en el
recorrido de esta extraña y absurda vida.
No sé, la soledad es tan
sombría... incluso asusta, nadie quiere estar solo pero para mí, que
sinceramente abrirme a los demás con el paso de los años se ha convertido en un
deporte de riesgo, me trae un poco la paz... porque si... que la adrenalina sube
cuando descubres un nuevo relato, que el principio es innovador incluso intrigante,
pero no siempre el final termina bien, a veces te lleva a tormentos
indescriptibles porque tú eres una persona que no sabe controlar sus emociones,
que no sabe plantarse antes sus pensamientos, porque aunque la coherencia es lo
más sencillo de reconocer, la esperanza de un nuevo amanecer que deriva en un día
donde todo cambia para llegar al atardecer que te lleva al más delirante paseo
por una playa agarrado de tus instintos... es lo que más nos motiva, y es que
la vida sin un poco de riesgo no tiene ni pies ni cabeza.
Pasados los minutos entre
los ruidos de los pájaros que son apagados por los motores de los coches... el café
se termina y el cigarrillo que tan plácidamente compartía desde mi ventana con
el mundo se apaga... vuelvo a pensar que no debo regocijarme en mi dolor porque
una historia que me hacia sonreír termine, ya que no hay historia
interminable... cuando algo termina, algo que desconoces comienza a surgir
lejos de tus sentidos y cuando lo percibes das gracias por el final de aquello
y el principio de esto, porque la vida es así... y ahora mismo otro camino se
postra ante mi porque una vez más desde mi ventana estoy viendo otra vez
amanecer.
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