Siempre recuerdo cuando era un niño las tardes de lluvia. Cuando escuchaba el fluir de sus aguas por mi calle no podía simplemente
ignorarlo, pues corría para observar como caían aquellas lágrimas del cielo,
cuando imaginaba de pequeño que el cielo estaba triste, bendita inocencia.
Ahora conozco el proceso de la lluvia de manera científica,
aunque con algunas lagunas he de reconocer. Pero aún sigo teniendo ese punto
inocente que me hace ver la lluvia como un delirio triste del cielo, un factor romántico
para las parejas que se refugian de su torrente. ¿Quién no recuerdo algún beso
bajo la lluvia?
Bajo la lluvia tengo mis mejores recuerdos, la primera vez
que vi a un gran amor, el beso con lágrimas que nunca nadie vio, porque una
historia terminaba, y nunca se repitió.
La lluvia, motivo de nostalgia para mí, ojala en algún
momento vuelva a vivir con alguien ese sentimiento que me acoge cada vez que mi
ventana las retiene para que yo las pueda admirar. Volver a vivir un amor tan
grande que sienta que el tiempo siempre me va a faltar para verla una vez más,
en fin, ojala la lluvia me traiga a la última persona que bese bajo ella.
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