A todos nos ha pasado alguna vez despertarnos un domingo
cualquiera con recuerdos difusos, una sensación de vergüenza indescriptible y
una necesidad de beber liquido por la deshidratación que provoca vivir el
momento sin pensar en las consecuencias, esas noches que tendemos a la
autodestrucción, sabemos de lo que hablo, maldito alcohol y sus complementos.
Todo comienza con una llamada o un mensaje, el plan se
empieza a construir días antes o incluso a veces sale espontaneo e inesperado, la mayoría de destrucciones empiezan por una cerveza, en
mi caso. Llegas a un bar o a un emplazamiento para el botellón, las charlas con los amigos son unas de las
mayores responsables de las consecuencias, pues entre recuerdos y anécdotas, las
cervezas pasan a contarse con los dos dedos de las dos manos si es que la
necesidad de una copa no ha llamado aún a la puerta, y ahí, comienza el
descontrol.
Comienza el descontrol porque las conversaciones se tornan
extrañas, cada uno añade su visión personal del debate desde un punto de vista
es mucho más efusivo al que tenía cuando exponía tiempo atrás, los vasos llenos
ya no duran lo mismo, los mecheros se hacen extrañamente más complejos, para los fumadores el consumo de tabaco se
vuelve más dinámico y común, más de lo que nos gustaría pero con todas las
cartas sobre la mesa se acerca el momento de tomar rumbo hacia el destino.
Empiezan las disputas sobre cómo llegar, quien carga las
cosas, todos llevan sus armas en la mano y no están dispuestos a llevar el
escudo, pues a quien no le gusta ir con una mano suelta por si te caes. Se
arregla la disputa, con el típico que aún está en sus cabales y decide tomar el
mando cargando él mismo, cosa que para el resto es motivo de mofa pero ¿Qué hubiera
pasado sin él? Pues seguramente que se llegaría cinco minutos más tarde nadie
deja las botellas o lo que traigan atrás. Incluso a veces en raras ocasiones, más
comunes de lo que la gente reconoce, por el camino ya se han quemado las
bolsas provocando cierta tensión en el ambiente.
Por fin llega el momento de entrar y entonces….
Levantas de la cama (Y ¡GRACIAS!)
con los síntomas anteriormente citados, recuerdos de muchas caras y algunas palabras que preferirías que no estuvieran ahí, vas hacia el ordenador, está encendido, los temores aumentan, no coges ni el móvil hasta pasadas unas horas ya que el whatsapp y el alcohol son mejores amigos pues el alcohol te da el genial consejo "míralo y di lo que piensas" por ese demonio verde, la gente te entiende ¡Una mierda! Cuando por fin echas el valor y coges el teléfono ves una serie de improperios hacia tu persona, que bueno, es menos de lo que te esperabas que alivio, pero mejor lo borras y haces como que no ha pasado.
con los síntomas anteriormente citados, recuerdos de muchas caras y algunas palabras que preferirías que no estuvieran ahí, vas hacia el ordenador, está encendido, los temores aumentan, no coges ni el móvil hasta pasadas unas horas ya que el whatsapp y el alcohol son mejores amigos pues el alcohol te da el genial consejo "míralo y di lo que piensas" por ese demonio verde, la gente te entiende ¡Una mierda! Cuando por fin echas el valor y coges el teléfono ves una serie de improperios hacia tu persona, que bueno, es menos de lo que te esperabas que alivio, pero mejor lo borras y haces como que no ha pasado.
Llega la noche del domingo y te dispones a dormir, das las
gracias porque empieza una nueva semana, e intentas olvidar un poco arrepentido
pero con una sonrisa, las cosas del carpe diem y sus consecuencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario