Caminando por una calle un muchacho muy miedoso, paseaba
tembloroso pensando que le saldrían misteriosos espectros por el pueblo.
Aunque asustado, el muchacho no se rindió y siguió su camino
hasta su casa que vivía con su familia desde
el principio de sus días. Pero
cuando abrió la puerta se llevó la sorpresa, su familia asesinada y en el medio
solo había una nota en un hacha. “Si quieres que vuelvan adentrarte a las
puertas debes”. El muchacho resignado se dirigió a mil caminos que no había recorrido,
miles de senderos en los que ninguna puerta vio en la que adentrarse. Volvió a
su casa después de unos años de búsqueda por el mundo, y se dio cuenta que en
su casa había una puerta que nunca había estado entre las ventanas que daban a
la terraza, pero esta puerta por dentro eran escaleras hacia adentro de la
tierra.
El muchacho ya llevaba varios años de cobardía, pero por su
familia perdida le nació en su corazón la valentía para en las puertas
adentrarse y a su familia de entre los muertos poder traer una vez más. Bajo
las escaleras, que llevaban hacia la tierra, sus barandillas eran de fuego
iluminando el camino, pero los escalones eran altos y era peligroso bajarlos
sin apoyarse en ninguna parte, así que el muchacho durante horas bajo despacio
para no tropezar, ya que en sus viajes la paciencia aprendió a utilizar.
Una vez llegado al subsuelo de la capa terrestre se encontró
en un pasillo que estaba impregnado con el olor de la muerte, habiéndolo reconocido
de su salón el día que espera con su hazaña dejar en el olvido. Esto no frenaba
al miedoso muchacho que parecía una nueva persona, parecía un héroe de la antigüedad,
pues recorriendo algo similar al inframundo como Hércules se sentía, pero en
vez de a cerbero se encontró con un portero, que le decía que si pasaba, al
mundo de los demonios se adentraba. La irrealidad del portero salvaguardando la
entrada, le hizo pensar en si vivía hace tiempo dentro de un sueño, pues al
pasar la puerta vio a miles de demonios en una llanura bailando al son de sus
gritos, y bebiendo de la lluvia que caía, mas esa lluvia era sangre. La perturbación
de la imagen se colmaba con los demonios copulando de cabo a rabo sin mirar si
alguien más observaba, pues una orgía demoníaca en el lugar se plasmaba.
Atravesó el valle y su mente no se estabilizaba pues la imágenes
que había vivido no quería que fueran recordadas, por lo que se dio un cabezazo
contra la pared en busca de su muerte, para poder salir de aquel peligroso y mental
presidio en el que sospechaba que estaba, pero nada más lejos, pues la sangre
frotaba de su cabeza y el dolor dejo claro que de un sueño no se trataba. Y resignado
siguió el camino para a su familia rescatar de las manos de un asesino que vino
del más allá.
Al pasar el mal rato, vio a su familia en un reloj de arena,
su familia abajo y la arena cayendo hasta casi cubrirles las cabezas, y el
asesino que Belcebú se llamaba, ni un respiro al muchacho le daba, pues si quería
que su familia viviera él debía cumplir la eternidad en el infierno, pues era
el precio a pagar.
El muchacho que era miedoso en un principio, se pensó en el
entuerto, pues en el infierno la eternidad era una tormenta más grande que
vivir sin su familia en el mundo mortal que no es precisamente de ensueño. Después
de un rato se dio media vuelta y se marchó para su casa, se negaba a pasarse la
eternidad en el infierno por su familia, pues sino querían morir haber cerrado
la puerta, ya que tanta valentía iba a acabar con él, en un castigo que no tenía
profecía, por lo que se marchó de aquel oscuro lugar para volver a su casa a
descansar.
El muchacho despertó a la mañana siguiente y siguió con su
vida, aunque cada noche los gritos de su familia soltándole improperios
escuchaba, él estaba vivo y la vida no lo castigaba.
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