Te alejas y no te alcanzo, es un infortunio. Me acerco,
desapareces, y en mi soledad me quedo llorando por tus besos. No es posible
navegar por un mar de lágrimas, si el silencio, no empuja la vela hasta tu
puerto.
No quiero despojarme de tus recuerdos, pues sobre ti descansa mi presidio, tampoco albergar esperanzas en vano, pues contigo me elevaba sobre los
muros del destierro, que ahora en tu ausencia, intento cavar, pues las alas que
robaste se convirtieron en garras que hacen daño, y permiten abrirme paso
aunque sea creando caminos por debajo de la tierra.
No quiero sutilezas en la despedida, pues no es más que un adiós
que no deja indiferente a mí ser. Si quisiera encontrar tesoros, ya lo habría perdido,
porque en tus manos deje de ser un mendigo, para convertirme en tu protector en
las noches de frío, e intente y fui, alguna vez tu abrigo, ese abrigo que ahora
cuelga de un armario en tu alcoba, donde me guardaste sin avisar, que el dolor
era parte del olvido, el olvido que me devasto, y rompió en mil pedazos las
teclas del piano con el que te compuse sinfín de melodías, las cuales aún
recuerdo cada vez que quedo contigo donde único te encuentro, allí, en algún lugar,
entre mis sueños.
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