Me preparo en mi habitación nervioso, consciente de que las
cosas que han pasado ya no tienen marcha atrás. Huele a despedida.
Me llamas para confirmar el sitio y la hora, pero no te
extiendes como lo hacías antes, que te perdías en mil preguntas acerca de mi día,
todo ha cambiado, lo sé pero lo asumo aunque duela.
Son las diez de la noche, y ya estoy cerca del restaurante
donde quedamos por primera vez, la situación era completamente distinta, aunque
ese día también estaba nervioso, era diferente, me moría por conocerte, ahora
me muero por no perderte, aunque los errores que he cometido no tienen disculpa
posible, no reprochare que sea nuestra última vez juntos.
Pasados quince minutos de la hora, llegas y apenas dices
nada, me saludas con un beso, que sabe a compromiso, y entras sin dar más bola
a la situación. Entramos en el local y pedimos nuestra mesa de siempre, que había
reservado con anterioridad para esta ocasión, que se tornaba especial por su
contenido deprimente.
Nos sentamos y apenas me miras, pides una copa de vino y tu típica
ensalada, yo me pido lo mismo, ya que no quiero que me siente nada mal en el estómago,
pues sé que cualquier cosa puede pasar. En lo que traen lo que hemos pedido, me
preguntas porque las cosas han acabado así, porque he cambiado, antes siempre
estaba pendiente de ti y cada noche te hacía sentir que te quería con locura,
el tiempo fue apagando esas muestras de afecto, lo sé.
A raíz de eso, cambiaste, y la relación comenzó a enfriarse de manera que
apenas una llamada al día nos bastaba, cuando tiempo atrás sino te veía moría
ese día, me arrepiento de no ver antes lo que se avecinaba, pues te quiero con
locura, pero tú a mí ya no me amas.
Tras esta breve conversación nos traen la comida, tú apenas
pruebas bocado, y me sueltas, que si aún te quiero, a lo que yo sin vacilar te
respondo que no hay día en que haya dejado de hacerlo, pero me replicas que tú
a mí ya no y que has conocido a alguien y que estas enamorada. Mi tenedor cae
al suelo, pues mi corazón ha recibido una puñalada de la que cuesta
recuperarse, casi me ha dejado sin aliento, menos mal que pedí una ensalada…
Me cuentas lo ocurrido y el tiempo que llevas con ese
secreto, pero no comparto tu relato, mi mente se ha ido a otro lado, lo siento,
no te ignoro, simplemente no me interesa, me levanto de la mesa, dejo el dinero
de la cuenta, y me marcho lejos de ti, pues no quiero saber de tu persona en
estos momentos. Antes de irme me reprochas que no suelto el móvil, espera. Voy al baño y me lavo la cara, vuelvo y recojo mi chaqueta.
Salí del bar, melancólico subía la calle,y como si de una película
se tratase, de otro bar colindante salía una melodía de jazz, que llenaba mi corazón de
amargura, las lágrimas me salían y no viniste detrás, no importa nunca sabrás
lo que lamento haberte defraudado.
Ya sin ti, no tengo nada por lo que vivir, y me despido con
este mensaje que he escrito en mi teléfono, para dejar constancia de lo vivido,
pues en mi cuerpo se escapara la vida, en un momento, lamento mi cobardía, adiós
querida mía, ya que sin ti no quiero la vida.
Enviado…
Enviado…
No hay comentarios:
Publicar un comentario