Como no tenía una idea clara, separe en partes mi cerebro, dejé a la
imaginación crear a su antojo desprendiéndome de su control, dejando sus
creaciones visibles para mi parte consciente, así nunca sabría que me depara mi
parte imaginativa, lo único que no debía perder era la noción de la realidad, o
permanecería en un estado similar al coma de por vida, atrapado en mi mente.
Respiré y me adentré en lo profundo así que desconecte y lo que pasa a continuación
es una ficción que aun a mí me cuesta describir, porque sin saberlo entre en un
lugar que nadie jamás debería visitar.
Recuperé la consciencia y me encontraba en el camino que había citado
anteriormente, sus prados púrpuras y sus árboles de copas azules, a diferencia
de antes el camino estaba lleno de flechas iluminadas de colores que indicaban
rumbo el norte. Seguí esa dirección por el camino verde con tintes de la
iluminación. Caminé durante horas buscando un destino pero nada cambiaba, las
flechas continuaban y los árboles se iban multiplicando en número a cada paso,
no había sol, la luz ya no parecía venir de ninguna parte especifica pero se
iba apagando a medida que los arboles cortaban su paso, hasta tal punto que
solo me iluminaba la luz de las flechas que marcaban el camino. Me adentré tanto
que ya apenas se divisaba el camino, la oscuridad rondaba a mí alrededor.
Comencé a tener la sensación de que algo me observaba, pero no tenía
miedo, estaba dentro de mí mismo, siempre resultaría ganador y era
prácticamente imposible que algo pudiera hacerme daño. O eso pensaba. Avancé en
el camino, y al fondo divisé unos ojos brillantes, una mirada penetrante. La
curiosidad me dominaba. Me acerque. Pero desapareció en la oscuridad nuevamente,
quedé decepcionado ya que no entendía porque mi mente solo me dejaba vagar por
aquel paraje que yo mismo había creado, pues realmente, tenía otras expectativas.
Seguí y seguí, hasta que la desesperación comenzó a apoderarse de mí, que coño
pasaba, no entendía nada, debería estar viviendo aventuras, rescatar a una
doncella o miles de historias que imaginé tiempo atrás cuando soñaba para
escapar de mi realidad, por eso había aprendido a dominarme, pero al perder el
control todo era inestable. El camino seguía, me irritaba, hasta tal punto que
arranqué una de las flechas y comencé a golpear la oscuridad, estaba tan dura
como un muro, y entonces se apagaron las luces de los neones y quedé en
completa oscuridad. “Diablos”, pensé. Comencé a arrepentirme de haber separado
mi subconsciente de mi mente, ahora era preso en mi propia cabeza y no parecía
que me fuera dejar escapar tan fácilmente, así que intenté despertar, pero me
resultó imposible.
De pronto la oscuridad se desvaneció, la claridad me deslumbró unos
segundos hasta que me adapté y divisé el paisaje a mi alrededor me encontraba
en una aldea, llena de personas de caras borrosas. Nadie me miraba, pasaba
desapercibido, hasta que una de esas personas se acercó ferozmente hacia a mí y
me golpeó en la cara con el puño cerrado dejándome inconsciente en mi propia
consciencia.
Desperté en una cama de paja en una casucha con tejado de madera y
paredes de piedra, una chimenea al frente de la cama con un fuego encendido, al
lado una mesa con una silla de mármol, en la mesa un papel y un lápiz. La puerta
estaba cerrada, me levanté a intentar abrirla pero fue en vano. Me acerque a la
mesa, y observé el papel, estaba en blanco, el lápiz estaba recién afilado, el
frío se hacía notar, así que intenté mantenerme cerca del fuego.
Cogí el lápiz y en el papel escribí mi nombre, inmediatamente aparecí
yo mismo ante mí, mirándonos con caras de perplejidad, era una copia exacta.
Borré mi nombre y mi otro yo desapareció. El frio me hacía tiritar, incluso
junto al fuego. Volví a escribir en el papel, esta vez escribí “abrigo”, y un
abrigo me rodeó el cuerpo proporcionándome calor. También tenía hambre, por lo
que al lado escribí “comida”, un plato de carne con guarnición se plantó en la
mesa acompañado de una botella de vino, una copa y los correspondientes cubiertos.
Me paré a comer hasta que quede harto, parece que la medida de la comida era la
exacta porque no quedó ni un resto en el plato.
Se abrió la puerta y desapareció el papel, entró una joven, apenas
cruzo palabra conmigo, era diferente a los demás que había visto en la aldea,
ya que su cara no era borrosa, la observé durante un rato solo se limitaba a
recoger la choza aunque ya estaba recogida.
- ¿Qué haces? –le pregunte extrañado-.
- Nada –respondió-.
- ¿Quién eres? –Pregunté aun
sabiendo que era producto de mi mente-.
- ¿No me reconoces? –Contestó
con otra pregunta-.
- No, no te reconozco –dije-.
- Busca en tu interior y hallarás la respuesta, pues eres tú el que me
ha traído para ayudarte a
entender lo que pasa –contesto con aura de misterio-.
- No lo entiendo no he escrito
en el papel nada –respondí-.
- Soy aquella que buscas pero aún
no has encontrado, soy aquella que puede devolverte a la realidad, ya que
ignoras cosas de ti mismo, mejor que las descubras, pero estás en peligro es
mejor que te prepares. Coge el papel. Necesitarás algo para defenderte –dijo desvaneciéndose en la niebla que entraba
ahora por la puerta-.
El papel reapareció junto con el lápiz, no entendía bien las palabras
de aquella extraña mujer que parecía ocultarme algo, pero era imposible, era mi
cabeza como podía existir alguien que no conocía, como podía siquiera saber a
qué se refería con defenderme. Así que me pare a analizar la situación
pacientemente. Me conocía a mí mismo, tenía que saber la respuesta, pero no la
sabia.
Después de un rato de meditar, en el papel escribí “espada” y “armadura”,
al instante una armadura brillante de oro cubría mi cuerpo, el yelmo era idóneo
para mi visibilidad, la espada, era elegante y alargada, no pesaba demasiado
por lo que la manejaba como si fuera una pluma. Salí de la casucha. Al salir,
la niebla era densa, apenas se veía a dos metros de distancia de mi posición,
por lo que avancé con cuidado, no sabía que me deparaba, como ya he comentado,
mi imaginación es demasiado activa a saber que inventaba. Avanzaba mientras
escuchaba unos pasos escurridizos, eran fuertes, como si hubiera miles de cosas
dando golpes al suelo. Algo salto hacia mí, y lo corte por la mitad con mi
espada, no me dio tiempo a ver lo que era y su cuerpo desapareció como en un
videojuego antiguo. Me mantuve alerta. Otro salió de la izquierda, al ser diestro
me costó, pero pude atravesarlo con un movimiento que no sabía que conocía, me
agache y paso por encima lo que me permitió dejarlo a mi derecha para cortarlo
mejor, pude verlo claramente. Era un ser de apenas de un metro de altura, con
bello en todo su cuerpo, lo único que no tenía pelos eran sus ojos, manos y
pies ambas marrones y con 3 dedos cada una con unas largas garras de mental,
sus ojos eran de color rojo, que parecía que en cualquier momento arrojaría
fuego por ellos, pero al atravesarlo desapareció. El bullicio a mi alrededor se
hacía de notar, pero no tenía miedo, hasta que uno me atacó por la espalda y me
araño los dos hombros, el dolor era intenso, no lo entendía, era mi fantasía,
no podía sentir dolor, pero extrañamente eso sucedía. Me lo saque de encima y
pude cortarle lo que parecía la cabeza, no tenían boca ni nariz, solo pelo,
garras y ojos, era aterrador como si solo se hubiesen creado para matar. El
pánico me abordó y comencé a correr sin mirar atrás, corrí y corrí pero el
cansancio hizo que me detuviera.
Parecía que ya no había nada alrededor mío, me
encontraba a las afueras de la aldea, en un sendero en medio de un desierto
donde la niebla comenzaba a dispersarse, mire mis hombros y aun sangraba, aun
dolía, aunque por la adrenalina al correr no lo sentía ahora no podía soportarlo.
Vi como se acercaba una figura mientras caía al suelo retorcido por el
sufrimiento provocado por mis heridas. La figura a cada paso que daba hacia mí
se hacía más nítida. Una figura humana con una túnica con capucha que apenas dejaba ver su rostro,
pero sabía quien era, eran los mismos ojos de aquella muchacha, saco un
ungüento del interior de su túnica, y me los extendió por los dos hombros
curándomelo casi al instante casi tan rápido como volvió ella misma a
desaparecer. Estaba cansado así que me limite a dormir en un pequeño oasis que
había aparecido frente a mí al desaparecer la joven. Cerré los ojos. Caí en un
profundo sueño donde veía a la mujer, era realmente hermosa, imagino que debía
serlo ya que la había creado yo, su rostro era de una finura casi mitológica,
sus ojos desprendían ternura e inocencia con un color verde que evocaba a la
esperanza, sus labios carnosos parecían hechos para besar en las noches frías,
sus manos delicadas y suaves que una caricia podría hacerte perder sin más la
cordura, su cuerpo era perfecto, sin palabras ante tal atractivo sexual. Pero
un momento, como podía soñar en mi mente, era ilógico, pero ella se dirigió a
mí.
- Debes atravesar el desierto, por tu bien –dijo la muchacha-.
- Pero no lo entiendo como es posible que este soñando –dije
sorprendido-.
- No sueñas, estas en una de tus zonas seguras, desconectando de tu
propia proyección, de la misma que has cedido el control, debes atravesar el
desierto, es la única manera –dijo-.
Cuando termino la frase quería replicar, pero había abierto los ojos y
ya había desaparecido, “¿Zonas seguras?”, “¿Perder el control de mí mismo?”,
“¿Única manera?, ¿de qué?”. Esas preguntas sin respuesta me consumían
lentamente, al abrir los ojos el oasis había desaparecido y me encontraba en el
camino del desierto. El camino se distinguía porque la arena era compacta como
si una apisonadora hubiera pasado por allí, se veía en las cercanías se perdía
a lo lejos pero a cada paso veías un paso más adelante lo que permitía que no
me saliera de él. Todo era muy extraño, todo era como si no fuera yo mismo,
quizás había una parte de mí que no conocía, o una parte de mí que nunca quiso
salir hasta tener su oportunidad, no lo sé. Anduve el camino durante días, aunque
el sol no salía, dormía cada cierto tiempo, esa era mi única noción de tiempo,
siempre dormía con el yelmo tapado por mis brazos para generar un poco de
oscuridad. El desierto parecía interminable, no lo entendía, no entendía porque
no acababa, ni siquiera divisaba el principio me encontraba en medio de nada,
rodeado de arena, con una armadura de oro que me hacía sudar a chorros por el
calor y una espada que cada vez se hacía más pesada. Por fin a lo lejos divise
una puerta en medio de las dunas, para ser más específicos en lo alto de una de
ellas, la que se postraba frente a mí, era tan alta como una montaña debía por
lo menos medir doscientos metros. Cada vez que intentaba subir la pendiente
para alcanzar la puerta, la arena me engullía hacia abajo. Lo intente decena de
veces con el mismo resultado. No sabía que hacer, intente rodearla pero no encontraba
el camino para hacerlo. Me di la vuelta para mirar otra alternativa y la
montaña desapareció a mis espaldas para volver a poner en la trayectoria de mi
mirada, girara al lado que girara siempre aparecía. Era desesperante. Empecé a
correr hacia una dirección, hasta que comenzaba la pendiente de la duna, y otra
vez me arrastraba para abajo, así que desistí. Pensé y pensé hasta que se me
ocurrió una solución que no sabría si funcionaría. Me recosté mirando hacia
arriba pero el cielo se hizo arena y caí de frente hacia ella cambiando de
posición el desierto. Así que resignado cerré los ojos en busca de la mujer,
pero no aparecía. Pero si apareció mi otro yo entrando por la puerta, entonces
me di cuenta y recordé que en mi cabeza yo tengo el poder, así que flexioné las
rodillas y de un salto llegue a la puerta abriéndose sin necesidad de tocarla.
Aparecí en una playa de arenas negras y un mar naranja como el cielo,
era un paisaje inaudito, increíble, me deleite en él durante horas, corrí hacia
el agua para darme un baño, me daba igual la armadura. Para mí decepción no
podía entrar en el agua simplemente caminaba por encima de ella, las olas me
hacían subir y bajar, pero no me mojaba, ni siquiera una sola gota, aun así me
senté y me dejé arrullar por las olas. Una mano acarició mi espalda y una
presencia a mi lado se sentó, si, otra vez esa maldita mujer.
- Lo has conseguido –dijo en tono de burla-.
- ¿Qué he conseguido? –pregunté-.
- Has conseguido eludir el desierto que atraviesas en tu vida, dejando
atrás los demonios que te persiguen y atormentan, has avanzado bastante, pero
aun te queda un largo viaje. –contestó- .
- Pero no entiendo nada yo debería dominar este mundo, aunque haya dado
a mi imaginación su propio libre albedrio sigue siendo parte de mí, no entiendo
porque actúa así, ni porque me hago daño en mi propia cabeza –le dije
conteniendo la ira-.
- ¿Estás seguro que fue tu decisión? Creo que no entiendes del todo,
porque estas aquí. Ahora mismo, no tienes ni idea de donde estás, ni de que
buscas, entraste aquí posiblemente, engañándote a ti mismo, huyendo de la
realidad, el mundo que has pasado, es una lección pero ha sido en vano, porque
no entiendes que ocurre. Por ahora solo puedo decirte que, no eres dueño de tus
emociones y que no elegiste este futuro, él te eligió a ti. Debo irme, recorre
el mar hasta el norte, te espera tu siguiente destino, no subestimes a tu
subconsciente ya que es una parte de ti que desconoces… -relato brevemente algo
que en el momento no entendí-.
La muchacha se perdió entre aquel mar naranja, y yo tome rumbo al
norte.
Por el camino, en aquel mar vi grandes veleros, que tampoco hacían caso
de mi presencia. Grandes batallas navales en todas las direcciones exceptuando
el norte, esa ruta siempre estaba libre, por momentos miraba las batallas,
miles de hombres sin rostros en batallas por tesoros y por dominar más barcos,
miles de muertes a mi alrededor, a cada paso me empecé a perder en las
historias de aquellos barcos y sus caras se hacían menos borrosas y algunos
incluso comenzaban a mirarme. Pero volvía en mí mismo, y volvía a la normalidad
de lo ilógico. Cuando llegue al fin del mar, había una gran cascada.
- Salta... –escuche a lo lejos-.
Dude por unos instantes pero salte, la caída fue emocionante, gritaba
como un loco a sabiendas que no me pasaría nada. La cascada por metro que baja
se hacía más hermosa ese bonito naranja, y al fondo la inmensidad del infinito
en su caída, no se veía el final ni el principio. Pero de repente, desperté de
nuevo sobre saltado en la misma choza donde vi por primera vez a la mujer, ya
no tenía ni la armadura ni la espada, y la situación era exactamente igual, las
mismas paredes de piedra, el mismo techo de madera, la misma mesa, la misma
chimenea, la misma silla, hasta el papel con el lápiz afilado al lado. Pero ya
sabía como funcionaba, cuando levanté de la cama de paja la cual también era la
misma, el fuego se apagó como si la llama se traspasara a la mesa para quemar
el papel. Sin dejar ninguna huella en la mesa y solo dejando el lápiz. Como es
obvio cogí el lápiz. La puerta esta vez estaba abierta y no había ningún tipo
de niebla, sin embargo, no me encontraba en una aldea, la choza desentonaba en
aquel paisaje que tenía frente a mí. Edificios enormes en los que no se veía su
final en el cielo, y aquella pequeña choza en una parcela que parecía no
existir, porque desapareció en cuanto cerré la puerta dando lugar a otro
edificio.
Aunque sorprendido me dispuse a
recorrer las calles, pero todo era una gran avenida ya que en los cruces solo
había espejos, cuando intentaba girar por una calle veía mi reflejo, así que
debía seguir recto. Los edificios estaban cerrados, no podía entrar, busque alguna
alternativa para cambiar de rumbo pero me fue imposible, incluso cuando llegaba
un largo trecho volví al lugar donde estaba la choza, ya que pase cerca del
edificio y reapareció, intenté entrar, estaba cerrada, entonces me alejé, y
desapareció dando lugar de nuevo al edificio. Eso me llevo a pensar que quizás
había otros lugares ocultos en otros edificios, me acerque a cada uno de ellos
hasta que volvía a la choza. Que aparecía y desaparecía con mi presencia aunque
siempre estaba cerrada.
Ya cansado de las experiencias anteriores busque solucionas antes de
repetir lo mismo una y otra vez, pero no tenía ni idea de como actuar, solo
tenía un lápiz. Entonces recordé que cuando escribí en el papel se
materializaba lo que escribí. Escribí “puerta”, no sucedió nada, probé con
otras palabras y tampoco nada, me recosté en el suelo y empecé a hacer
garabatos mientras pensaba, sin prestar mucha atención a lo que dibujaba. Así
que mi mano escribía con voluntad propia, cuando mire había dibujado un dragón,
que desapareció en el suelo, hasta que un estruendoso rugido rompió en mil
pedazos los cristales de los edificios, creando una lluvia hermosa, pero
peligrosa, pues el roce de los cristales me provocaba pequeños cortes. La
sombra del dragón paso sobre mi cabeza, había dibujado sin querer una bestia
descomunal que se había materializado, corrí buscando refugio pero no lo
encontré. Visto lo visto y sin pensar demasiado, en el suelo dibujé un
lanzamisiles, que también apareció ante mí. Disparé al dragón pero no le hacía
daño, más bien lo enfurecía, me lanzó llamaradas que por poco no me calcinaban,
por lo que tuve que seguir huyendo. Dibuje un escudo, lo que hizo que me
protegiera de la última llamarada que fue cercana. Me protegía el escudo pero
no tenía como atacar, pero era mi mundo, o por lo menos lo había creado una
parte de mí. Dibujé un palo con el pensamiento de una varita con la que poder
atacar con magia, el dragón enfurecido, lanzo otra llamarada que no me dio
tiempo de proteger todo mi cuerpo, una pierna quedo desprotegida y me provoco
quemaduras, entre los cortes y la quemadura mi cuerpo estaba muy débil, agité
la varita y lanzo un hechizo congelante, que dio de lleno en una de sus alas,
quitándole la ventaja del cielo. Ahora ambos estábamos tocados y la batalla
estaba igualada, otra llamarada lanzo, pero esta vez me dio tiempo de
protegerme bien, lancé otro hechizo que esquivó por poco, se acercaba cada vez
más, y sin pensarlo imaginé un agujero negro, que se recreó encima del dragón
absorbiéndolo y lo que había a su alrededor. El alivio me recorrió todo el
cuerpo, pero el aguajero se fue haciendo más y más grande, y comenzó a arrasar
todo el lugar, fue cuestión de tiempo que me arrastrara hacia su interior a mí
también. Cuando traspase el agujero me encontré sobresaltado en mi habitación,
en mi cama, todo había sido un sueño, o eso pensaba. Me levante de la cama, fui
hacia al baño para hacer mis necesidades pero cuando pase por el espejo me
engulló, adentrándome en un mundo de reflejos infinitos de mí mismo. Mis otros
yo empezaron a traspasar los espejos atacándome, la lucha era imposible, eran
demasiados, y yo uno solo, por lo que me rendí y sucumbí a mí mismo
desapareciendo entre las sombras de mi persona.
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