Las nubes habían abarrotado la ciudad en un momento algo
extraño de mi vida. No sabía si las acciones tomadas en días pasados habían sido
las correctas, pero no tenía tiempo de preocuparme. Con el tiempo frío,
realmente, mi cuerpo funcionaba mejor, me sentía más capaz, más fuerte para
afrontar las horas venideras de aquel día en el que la soledad de mi almohada
no sería una realidad. Y es que cuando las cosas parecen mejorar los
pensamientos van desapareciendo de tu cabeza, es como si el combustible de la
realidad difusa se fuera transformando en una energía renovable, inagotable. La
verdad, no sabría describir una sensación de autoestima similar, pues hace
mucho que no recuerdo lo que era, pero sienta tan bien…. Luego de pensar en mi vida llega su pensamiento, llega ella,
la mujer que hace que mi mundo se pare ya sea gris el día o soleado, en las noches
de invierno o de verano, es como la alergia en primavera, ineludible para
aquellos con asma. Y aunque sea un grano de arena en un desierto, sé que no me
ve así, tampoco soy su desierto, pero podría definirme como una duna que le
gusta escalar en sus horas muertas. Y así, concluyo mi extraña reflexión acerca
de un día cualquiera en el que se puede decir que doy gracias por volver a ver
una sonrisa en el espejo.
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