Cuando menos lo esperaba apareció ella bajo mi ventana,
vestida tímidamente, aunque bajo aquella abultada y protectora ropa se podía intuir
el contorno de sus curvas que a mí me perturbaban de manera que no me fije en
su fingida y nerviosa sonrisa. Le abrí la puerta y le di dos besos, uno en cada
mejilla, con suavidad, dándole a entender que aunque sabíamos a que venía no
iba a ser frío, no iba a ser una vez más de las que al día siguiente te
arrepientes, porque a veces aunque en los temas del sexo la crudeza excita, en
mi terreno la ternura siempre tiene lugar.
Entro en mi habitación y comenzó a examinar todo a su
alrededor buscando pistas sobre mi persona, buscando algún dato que le diera
una excusa para irse, pero no lo encontró.
Conversamos un rato y decidimos meternos en la cama, hacia
frío, pusimos una película y ahí comenzó el delirio. Mis manos bajo la manta
comenzaban a hacer círculos en su espalda, ella se mostró un poco inquieta,
pero no me paro, ya que en su cara dos controvertidas expresiones me
deleitaban, placer y nerviosismo. Al cabo de un rato de subir su temperatura
con mis manos, el nerviosismo
desapareció, y tímidamente me acerque con mis labios a su cuello, su respiración
comenzó un poco a acelerarse, e intento participar, pero no la dejaría, me había
decidido a hacerla disfrutar, le dije que se relajara, y asintió, lo que me
llevo a continuar con mis labios recorriendo todo su cuerpo, sin prisas, no existía
mañana solo aquel instante, tan esperado, y a la vez tan extraño. Cuando no pudo más, se abalanzó sobre mí, nos
fundimos en un primer beso que no esperaba, tan apasionado, tan único, no sé
como describirlo sin darle entrada a la perversión. Ella a medida que el beso
transcurría, se envalentonaba y sus manos buscaban partes de mi cuerpo
prohibidas, partes que no querían aun participar, pero ella las requería, yo encontré
de nuevo su cuello, y me deleite en él, me deleite de tal manera que su respiración
comenzó a ser intensa, tanto que las zonas prohibidas llegaron a ver la luz, yo
con mis manos ella con las suyas, nos dimos de bruces hasta que la agarre con
fuerzas y la arrastre hacia mí, la conexión fue inmediata. Nuestros cuerpos
eran uno, los gemidos resonaban en toda la habitación, la excitación era
descomunal, pareciera que llevábamos toda una vida conectados, pero no, era la
primera vez que se veían a solas, y eso nos les preocupaba ya que siempre todo
fue mi claro. El tiempo pasaba y no parábamos, era como si la vida nos fuera en
ello, movimientos que desataban el placer más exquisito, su deslumbrante cuerpo
sobre mí, que más podía pedir, nada,
porque no podía ni pensar, me estaba volviendo loco, y no podía contenerme…
Entonces abrí los ojos… miré a mi alrededor y estaba solo. Había
sido un sueño, ya que esto solo podrá ocurrir en mi imaginación. Ya que esos
besos nunca se podrán probar en lo que es mi estúpida realidad.
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