Los días siguientes, la claridad se hizo hueco, lo que
provocó dudas, demasiado fácil, demasiado cortante, no sé, no habría podido
intuir la situación que se me venía encima ni rogándole al cielo por ello, pero
bueno, sucedió y no hay porque lamentarse ya que mi tendencia a la negatividad
me protegía, pero pasaron más días y comenzó una especie de conversión en mis
pensamientos, pero también del otro lado comenzaron dudas. Jugamos un juego
peligroso, porque en algún momento alguien querría dar definitivamente el paso,
pero siempre adelantándome a los acontecimientos sabría que sería yo. Pero
cuando mi decisión estaba tomada, mi querida enemiga en esta guerra, comenzó a
divagar, comenzó a dudar, comenzó a darme señales de que lo que yo ya intuía,
iba a suceder, y sucedió. Echó la culpa a otras cosas, echo la culpa a mil
cosas por cobardía de no contarme que realmente no sabía la verdad, y pienso
yo, para que tanto paripé, para que tanta historia, entonces analizando entendí
que para ella no era fácil, y me resigne, me resigne a darme cuenta de que todo
había sido un caso extraño, un caso que le puede pasar a cualquiera, a
cualquier que se enfrenta a ella, así que cierras los ojos, lo piensas, le das
la razón y sin rendirte una vez más lo intentas, pero no da resultado así que
le dices “adiós” a esa indecisión que surge de un suspiro.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
La indecisión en un suspiro
En una noche pueden pasar muchas cosas, sobre todo en una
que no debió existir, ya que se había tomado la decisión de no hacer acto de
presencia, de no estar en aquel lugar, pero instantes después de que la
decisión se había tomado, se fue al traste por terceros en un arrebato de
chantaje emocional, que no sabes repeler, por lo que al final acabas cediendo a
la presión. La noche transcurre como siempre, nada del otro mundo, reunión en
un palmo de terreno para acabar con las existencias que nos envalentonan ya que
en nuestro estado común somos un círculo cerrado. Pero las existencias
disminuyen y aparecen agregados, otros que esperabas porque aprecias su compañía,
otras sin embargo que ni sabias de su existencia aun ya habiendo coincidido,
pero bueno, las cosas pasan por algo. La compañía inesperada se convierte en el
juego de aquella fatídica noche que desembocaría en algunas tonterías que no
comprendí en ese instante, ni comprendo ahora y dudo que llegue a comprenderlo.
Pues es que sin buscarlo, sin esperarlo, algo en mí que creía apagado, se
encendió levemente, cediendo un poco a la esperanza, pero siempre con los pies
en el suelo, porque por mucho que la atención sea requerida por otros nunca
sabes por donde va el juego. Y así transcurrió, sin más, un encuentro
inesperado, interesante, pero que nunca debió haberse dado, ya que el terreno
en el que adentraba consistía en dosis de indecisión de cabo a rabo. Así que
entre juegos absurdos y situaciones desconcertantes paso esa noche con el
recuerdo único de curiosidad ante aquel inesperado desvelo que me provocó esa
noche en la que Morfeo no me recogió en sus brazos.
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