Cuenta la historia que en un lugar alejado hay una leyenda
que no tiene explicación, las teorías no concuerdan y la melodía de su sinfonía
es diferente a la armonía contada por las gentes que no existieron. Digamos que
ponernos a pensar en diferentes conceptos no puede explicar la divagación que
conlleva recordar aquella historia que todos conocen pero nadie cuenta. La
curiosidad te llevara a entenderla, pero primero debes lograr escucharla.
Cuentan que una gota cayó del cielo hace mucho tiempo, en la
tierra no había aún agua, por lo que fue la primera en llegar. La gota recorrió
todo el mundo en busca de un semejante, pero no encontró. Siguió su camino, a
cada centímetro que recorría dejaba un poco de su ser impregnado en el suelo
que moraba, dejaba su alma dibujada en el suelo para que su rastro pudieran
seguirlo otras en su situación. Pero llego el sol y por lastima le dio una
ayuda y la evaporo hacia las nubes. Allí se perdió entre miles de litros y perdió
su consciencia, se perdió entre todas las demás. Después de un tiempo se desato
una tormenta y millones de litros de agua cayeron hacia la tierra, se formaron ríos,
mares, océanos, lagos y demás pero la gota no supo nunca de su estancia
anterior. Tiempo después el ciclo de la lluvia volvió a aparecer y volvieron a las nubes muchas gotas que se separaron,
pero una en particular mientras alcanzaba el cielo pudo mirar hacia el suelo, y
vio dibujado desde lejos lo que tiempo atrás había descrito.
“Nunca te pierdas a ti mismo”. Y recordó quien era, con una
sonrisa acato su destino de nunca aislarse pero siempre manteniéndose diferente
al resto.
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