En el anhelo del desprecio sintiéndote lejos no me importas,
pero me jode tu comportamiento, tonta imperialista que sueñas con dar en el
clavo, pero te quedarás en el camino porque no entiendes el proceso de ser
persona antes que ego. Aunque cada cual con su historia, yo la he visto pasar, como
si de un tren se tratara, intenté subirme pero no se abrió la puerta, aun así
doy las gracias porque no me arrepiento ya que como el ciego no opinaba y la
claridad no asomaba. Ahora, cuando el humo es lo que queda, mil gracias le doy
al maquinista, ya que me permitió esquivar aquel tren de malas intenciones y
nefastas vibraciones, que viene precedido de derrotas hasta el punto de
cerrarse en su propio vagón, en donde poco a poco se deterioró su joven corazón.
Todos sabemos que la vida te da palos y deja cicatrices, pero pagarlo con el
presente no es conveniente, porque si para atrás miramos con recelo, para
adelante nunca habrá paz ni siquiera en el cielo.
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