No tengo miedo a la lucha, porque no tengo que perder, juego
a ser yo mismo para perderme en otro lugar, otro lugar que me encandila, que me
lleva a soñar, ¿Por qué eludir la tormenta? si me da motivos para despertar, motivos
para sonreír, incluso motivos para llorar, llorar de felicidad es complicado casi
tanto como volar. Pero en mis sueños alguna vez esa quimera pude alcanzar.
No puedo tener desdicha mas no conozco la dicha de ser
afortunado, pero si conozco la amargura de la soledad más oscura, que acompaña
al dolor de ser un alma pura, que pierde ante la realidad ya que apenas siento
por abusar de ello, de ese dolor, casi es como si la lluvia se desencadenara en
el mar, no sucedería nada, ni nadie puede verlo, y a mí nadie me ve por qué
estoy cerca, pero en realidad estoy demasiado lejos para que alguien pueda
acercarse, pero digamos que existen personas a las que podría tenderles un
puente para que llegaran a verme, a entenderme, incluso a sacarme de la
estupidez más caótica a la que me enfrente en mi día a día. Mi vida, triste
tormento, pero con tintes de amabilidad, con días de felicidad intercalados que
me hacen ver de otro modo el mundo desde mi ventana, que es mi única vía para
ver la luz del día.
Alardes de compasión han llovido, pero sinceridad… no creo,
pues no me lo he creído, no necesito limosnas por pena, pues no soy un alma en
pena, solo un incomprendido que hace mucho tiempo se perdió en este estúpido e hipócrita
mundo.
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