Anoche, paseaba por las calles del barrio, al pasar por tú
ventana vi una luz encendida, no sabía si hacer algún tipo de ruido para captar
tu atención y que te asomaras. Pero la indecisión me hizo perder la noción del
tiempo y cuando me di cuenta la luz se había apagado. “¡Qué mala suerte!” pensé,
pero después me di cuenta que si no estaba en esa habitación contigo era porque
tú habías decidido que no fuera así, que ya no querías que mi compañía fuera tu
abrigo en las noches de frío, aunque tampoco en las templadas ni en las de
calor.
No entendí nada de lo que sucedió aquella noche en la que me vistes bailando con otra. Realmente no había pasado nada, pero tú, quisiste creer lo que te vino en gana, o tal vez lo que te resultaba más fácil, no lo sé.
Ahora cada día que pasa no dejo de pensar en ese paso que di en falso, aunque tampoco lo fue, sino que tus malditas amigas, celosas por todo aquello que te daba, quisieron que desapareciera de tu vida. No sé, quizás deberías plantearte las cosas antes de que encuentre en otros brazos lo que tú me dabas, así que adiós espero de vuelta tu llamada.
No entendí nada de lo que sucedió aquella noche en la que me vistes bailando con otra. Realmente no había pasado nada, pero tú, quisiste creer lo que te vino en gana, o tal vez lo que te resultaba más fácil, no lo sé.
Ahora cada día que pasa no dejo de pensar en ese paso que di en falso, aunque tampoco lo fue, sino que tus malditas amigas, celosas por todo aquello que te daba, quisieron que desapareciera de tu vida. No sé, quizás deberías plantearte las cosas antes de que encuentre en otros brazos lo que tú me dabas, así que adiós espero de vuelta tu llamada.
El pitido final del buzón de voz dejo grabado el mensaje que nunca debí haber mandado, ya que tiempo más tarde, me entere que lo escuchó mientras gemía con su mejor amigo, el que había salido aquella noche fatídica conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario