Entonces miré por la ventana y la vi. En el prado, se dirigía
hacía a mí, plasmando en su cara una sonrisa que llegaba a eclipsar el
atardecer de aquella hermosa tarde, en la que sus ojos se clavaron en mí de una
manera tan extraña que no pude definir la sensación sin tartamudear. Cuando
estuvo lo bastante cerca comencé a temblar, no podía parar de hacerlo, mi
cuerpo había desarrollado una voluntad diferente a la mía, una voluntad que
parecía ser manejada por ella como si me tratara de un marioneta. Al llegar un
abrazo nos fundió en un solo ser, demasiado tiempo esperando para verla,
demasiado tiempo comunicándonos por cartas. El beso precedió al abrazo, un beso
tierno que definió el amor que por aquella mujer procesaba, el amor de mi vida,
el amor que espero nunca se apague para que mi vida no se quede vacía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario