El viento soplaba por mi ventana, mis parpados apenas podían
estar separados, pero la intención de escribir era tal, que nada podía quitar
mis dedos del teclado. Cada palabra que pasaba de mis manos a la pantalla me
cautivaban, eran una creación propia. Miles de mundos imaginados, historias que
nadie antes había contado, quizás similares pero nunca las mismas. A cada
página escrita mi satisfacción conmigo mismo crecía, no podía simplemente
parar, no podía, era mi ser en estado puro, mi alma relatando. Reconozco que he
pasado épocas de sequía en las que nada me inspiraba, noches desiertas en las
que mis teclas estaban en silencio porque no sabía que contar. Pero he vuelto a
sentirme lleno con mi propia ficción, conmigo mismo, y que tal vez no sea bueno
en esto, lo sé pero, ¿eso significa que no puedo hacerlo? Para nada, cuando algo
gusta debemos aferrarnos a ello siendo conscientes de nuestra propia
limitación, pero disfrutando cada segundo que dedicas a sacarte a ti mismo del
caparazón, que nos ha hecho forjar la crueldad del día a día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario