Esa mañana Luis se despertó indignado, los pájaros lo habían
despertado después de que había trasnochado y no tenía intenciones de madrugar.
Después sonó el teléfono, y eso perturbo aún más su casi recuperada
tranquilidad. Maldijo en todos los idiomas que sabía. Pero al coger el teléfono
vio su nombre en la pantalla, no recordaba quien era, ya que estaba muy
borracho para recordar conversación alguna. Tristemente esa noche había ahogado
en el alcohol todas sus penas, pero a pesar de ello, ella se fijó en él. Apenas
recordaba su cara, pero él no necesitaba recordar nada, pues la sensación de
haber conocido a alguien especial aún se hacía eco en sus casi muertas pero a
la vez disparatadas neuronas. Así que la contrariedad se le paso con una simple
lectura de unas pocas letras encadenadas, en la cual había errores
comprensibles por su estado de embriaguez. Pero no lo cogió, se encontraba muy
nervioso para optar por una conversación en esos terribles momentos en que la
resaca te mata, y los recuerdos te avasallan unos tras otros haciendo que no
quieras más que volver a cerrar los ojos y no recordar. Así que paso, y con esa
decisión dejo pasar el tren a primera hora de la mañana, concienciado de que pasaría
durante todo el día. Y así fue. Por la tarde se armó de valor, y cogió su teléfono, daba señal, estaba nervioso, no sabía que decir, pero en ese
instante no importó, cuando la persona que se encontraba al otro lado del aparato se dignó a cogerlo, su voz le embriago, simplemente recordó todo de ella, y se enamoró.
Quedaron y encontró la medicina que le llevaría por el camino para salir de su triste realidad, que se había convertido en su más horrible condena. Se sintió bien pues al final pudo coger el último tren que le habían preparado el azar y la casualidad. Y así, aprendió que por muy mal que las cosas vayan, la vida depara sorpresas, que no podía dar todo por sentado, porque él es solo una persona más, no puede vivir pensando que ya conoce el mundo.
Quedaron y encontró la medicina que le llevaría por el camino para salir de su triste realidad, que se había convertido en su más horrible condena. Se sintió bien pues al final pudo coger el último tren que le habían preparado el azar y la casualidad. Y así, aprendió que por muy mal que las cosas vayan, la vida depara sorpresas, que no podía dar todo por sentado, porque él es solo una persona más, no puede vivir pensando que ya conoce el mundo.
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