miércoles, 16 de julio de 2014

La desdicha de la despedida

En el tibio estupor de la noche
mi cuerpo se tumbo solitario
en la oscuridad por repeler a la luna
que majestuosa ante mi se postró
y sin embargo, mi locura... la alejó.

Fue mi pecado dejarme llevar por mi cabeza
alocada e ingenua que se desmorona ante las rarezas
del interior del bohemio que anido en mi tiempo
enajenado, estúpido e inmerso en mi propio ego
que cuando digo yo, también digo miedo.

No quería cultivar en ella mis deseos
que enloquecieron mi ser, mi alma, mis anhelos
en tan breve espacio de tiempo se compuso una melodía
que a priori, no entendí pues no entiendo el cielo
y ahora me arrepiento tumbado en el suelo, soñando despierto.

Ella que matizaba cada impulso que creaba mis movimientos
que separaba cada silaba de las palabras que por ella recitaba
aunque no las escuche, siempre le gritaba al viento
con la mirada puesta en el mar, quien llora mis lamentos
por ella que bautizó mi mundo, y despertó la agonía que ahora siento.


Sentir, y sentir aterrado en su devenir
escondido entre las sabanas
que protegen mi propia vida
porque temo el dolor que conlleva
conocer otra vez la desdicha de la despedida.

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