Contrariado con el mundo vivía, viendo como pasaban las
horas para que terminara el día, destruido y acabado, mi vida se desmoronaba
mientras no encontraba consuelo en ningún lugar.
Encerrado en mi cueva los días caían como gotas de lluvia en
abril, mi noción del tiempo perdida por trastornos externos a mí, que acabaron
por neutralizar mi ser hasta que me convertí en sombra.
Pero un día tú te adentraste en mi terreno sacándome para
que viera la luz del día, para que me diera cuenta de que no estaba solo. Tú me
escuchaste y me hiciste ver que aunque la oscuridad se apodere en tu camino,
existen personas que estarán dispuestas a actuar como un faro para que puedas
volver a enderezar el rumbo y salir de un letargo que ya daba por hecho que acabaría
conmigo. Nunca podre agradecerte lo suficiente lo que en esos tiempos tú construiste
en mi mente, unos cimientos irrompibles que aunque ahora no estés y la
distancia nos separe, me da igual, no importa el lugar, no cabe el olvido.
Eres la persona que más me ayudo, la única que se ocupó de
un desvalido emocional, tus cuentos me distraían, tus problemas me preocupaban
hasta el punto que de la importancia que te daba, los míos propios pasaban a un
segundo plano trayéndome la paz que inspira el poder vivir para ver sonreír a
la persona que se preocupó primero de ver tu sonrisa.
Y no te confundas esto no es un carta de amor, sino de
agradecimiento, eres mi amiga y siempre estarás conmigo y aunque ahora el
destino te aleje miles de kilómetros, te esperare y como siempre, te dedicare 5
minutos al día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario