Surgen miles de momentos en la vida en los que te cuestionas
lo que es real o lo que es producto de tus pensamientos, ese instante de ego en
el que crees que lo que le pasa a los demás nunca te pasara a ti, ya claro.
Muchos años han pasado, no me he dado cuenta que he caído en
los tópicos que juraba y perjuraba no iba a caer, pero ya ves, caí. Caí perdiéndome
en el camino, en el de dejarme dominar por otra persona, en el de no saber
decir que no en ciertos momentos, vale ¿Y qué? ¿No estamos aquí para eso? ¿Para
equivocarnos y aprender de nuestros errores? No entiendo muy bien la filosofía de
la vida de cada uno de nosotros, pero en la mía propia he fallado y no he
sabido darle prioridad a lo importante y me he perdido en lo atractivo de vivir,
dejando de lado sinfín de cosas que ahora con más calma puedo pararme a
observar. Y sí, si puedes darte cuenta de los errores, aprendes a pedir perdón,
pero no por compromiso, sino porque entiendes en que te has equivocado,
entonces estás listo para el siguiente paso y avanzar hacia tu destino o, en su
diferencia, hacia un camino que de seguro las cosas podrán mejorar en lo que
resta de tu existencia. Pero aunque mejoren, que lo harán, nunca te podrás
quitar los recuerdos que te provocan carcajadas en aquellos momentos en que aun
hacías tonterías para sentir que estabas con vida.
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