El día comenzó como otro cualquiera ilusionado por el
devenir de los acontecimientos, los nervios recorrían todo mi cuerpo, por ti,
que esperaba verte.
Quedamos junto al mar para ver atardecer, llegue temprano
para que no tuvieras que esperar por mí, mientras esperaba los minutos se me hacían
eternos, colmado de ansiedad mientras contemplaba mi reloj. El sol iba cayendo
pero no llegabas, me sentía raro, el viento oí susurrarme entre burlas mientras
que las olas del mar me gritaban que no vendrías, pero mi esperanza nunca desfallecía.
Seguí esperando hasta que el sol se escondió para dar paso a la luna e irónicamente
la oscuridad se hizo tanto en aquel paraje como en mi interior, pues no entendía
que había ocurrido, me pase la noche esperando junto al teléfono una explicación
que nunca llegaría, incluso volví al día siguiente esperando que me hubiese
equivocado con la fecha pero tampoco me regalaste tu presencia. Volví todos los
días durante un mes, pues era creía ciegamente en tu promesa, pero no le diste
la importancia que yo le daba.
Ahora tiempo después paseando por ese lugar te veo lanzado
una rosa al mar, y por esto te pregunto porque no apareciste, y me respondes
que tu gesto es para pedirme perdón que aquel día ya habías quedado, que no querías
hacerme daño, que pensaste que una mentira sería más llevadera que decirme que
no me querías, te diré que me merecía la verdad y que no importa porque nunca
olvidare ese atardecer en que en vez de tu amor me regalaste una mentira para
aprender que no se debe querer a quien no te quiere porque por mucho que
insistas nunca aparecerá el amor.
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