Despierto una mañana sin conocer mi nombre ni lo que me
rodea, el latir de mi corazón se acelera por el miedo que me provoca obtener
respuestas.
Salgo de la cama y mi casa esta desierta ni una señal de
vida encuentro cerca, voy al baño con intención de lavarme la cara pero del
lavamanos no sale agua, ni siquiera una gota.
Vuelvo hacia mi habitación, cojo algo de ropa. Me visto.
Intento asearme como puedo y me dispongo a comer algo en la cocina, cocina que
no encuentro, cosa extraña ya que mi casa no es grande, pero cada vez que
intento entrar en ella la puerta se desvanece y vuelvo a mi cuarto.
De repente, se apodera de mí la oscuridad, mi casa
desaparece, el entorno en el que me veo no tiene forma ni dimensiones, solo un
vasto manto negro que viene de todos los rincones que no alcanzo a ver. Paso
por instantes de auténtico agobio mezclado con terror, no escucho nada, no
siento ni una pizca de calor, y comienzo a sentir como mi cuerpo descendiera en
caída libre en la oscuridad, la sensación de velocidad hace que me desmaye.
Me encuentro en un lecho algo húmedo, es césped, a mí alrededor
se extiende una extensa llanura llena de pasto y de flores. Me pongo en pie,
camino durante unos pocos minutos disfrutando del paisaje y la sensación de
calidez que desprende aquel lugar, aunque aún estaba mojado por dormir en el vigoroso
césped. Al fondo veo un árbol inmenso que da sombra a parte del lugar, camino hacia
el para descansar. La sensación de agonía en los escenarios anteriores había desaparecido,
el miedo a las respuestas disminuido pues en aquel paraje no hacía falta
ninguna pregunta.
Cuando llegaba al árbol una brisa acaricia mi espalda, lo
que hizo que me girara. Entonces la vi, la figura de una mujer cogiendo flores
mientras me sonreía. Me derretí en un instante, mi cuerpo comenzó a temblar
como un flan en un tren de vapor, mis ojos prácticamente se inyectaban en lágrimas,
era la mujer ideal, su pelo negro en sintonía con el viento, sus ojos marrones
que parecían de un cuento japonés, me acercaba a ella casi como si volara
porque la felicidad que sentía se derrochaba en mis poros. Cuando la alcance me
dispuse a hablarle, pero mi voz no salía, mire al cielo y comenzaba a
agrietarse, ella asustada corría y corría pues un mudo como yo su mundo en mil
pedazos lo hacía.
Abrí los ojos de nuevo en mi cama, pero esta vez sabía que había
ocurrido, todas mis decepciones en sueños había realizado de forma abstracta,
escucho el timbre, voy a la puerta, no es común que llamen, mi casa esta
desierta, abro y la veo, la mujer de aquel sueño, intento decir palabra, pero
ninguna de ellas me sale. Me da una carta y me pide que firme, el recibo del
agua no estaba pago, así que era la notificación de corte, las cosas cuadraban
con mi sueño pero no lo entendía hasta que di la vuelta a la carta y había un número
de teléfono móvil, “Llámame, quizás en la tercera ocasión puedas decirme lo que
pensabas”. La sonrisa que se me quedo
era una ironía ya que vi en mis sueños lo que el destino para mí ese día disponía.
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