miércoles, 23 de octubre de 2013

Capítulo 1: Fantasía delirante

Como no tenía una idea clara, separe en partes mi cerebro, dejé a la imaginación crear a su antojo desprendiéndome de su control, dejando sus creaciones visibles para mi parte consciente, así nunca sabría que me depara mi parte imaginativa, lo único que no debía perder era la noción de la realidad, o permanecería en un estado similar al coma de por vida, atrapado en mi mente. Respiré y me adentré en lo profundo así que desconecte y lo que pasa a continuación es una ficción que aun a mí me cuesta describir, porque sin saberlo entre en un lugar que nadie jamás debería visitar.

Recuperé la consciencia y me encontraba en el camino que había citado anteriormente, sus prados púrpuras y sus árboles de copas azules, a diferencia de antes el camino estaba lleno de flechas iluminadas de colores que indicaban rumbo el norte. Seguí esa dirección por el camino verde con tintes de la iluminación. Caminé durante horas buscando un destino pero nada cambiaba, las flechas continuaban y los árboles se iban multiplicando en número a cada paso, no había sol, la luz ya no parecía venir de ninguna parte especifica pero se iba apagando a medida que los arboles cortaban su paso, hasta tal punto que solo me iluminaba la luz de las flechas que marcaban el camino. Me adentré tanto que ya apenas se divisaba el camino, la oscuridad rondaba a mí alrededor.

Comencé a tener la sensación de que algo me observaba, pero no tenía miedo, estaba dentro de mí mismo, siempre resultaría ganador y era prácticamente imposible que algo pudiera hacerme daño. O eso pensaba. Avancé en el camino, y al fondo divisé unos ojos brillantes, una mirada penetrante. La curiosidad me dominaba. Me acerque. Pero desapareció en la oscuridad nuevamente, quedé decepcionado ya que no entendía porque mi mente solo me dejaba vagar por aquel paraje que yo mismo había creado, pues realmente, tenía otras expectativas. Seguí y seguí, hasta que la desesperación comenzó a apoderarse de mí, que coño pasaba, no entendía nada, debería estar viviendo aventuras, rescatar a una doncella o miles de historias que imaginé tiempo atrás cuando soñaba para escapar de mi realidad, por eso había aprendido a dominarme, pero al perder el control todo era inestable. El camino seguía, me irritaba, hasta tal punto que arranqué una de las flechas y comencé a golpear la oscuridad, estaba tan dura como un muro, y entonces se apagaron las luces de los neones y quedé en completa oscuridad. “Diablos”, pensé. Comencé a arrepentirme de haber separado mi subconsciente de mi mente, ahora era preso en mi propia cabeza y no parecía que me fuera dejar escapar tan fácilmente, así que intenté despertar, pero me resultó imposible.

De pronto la oscuridad se desvaneció, la claridad me deslumbró unos segundos hasta que me adapté y divisé el paisaje a mi alrededor me encontraba en una aldea, llena de personas de caras borrosas. Nadie me miraba, pasaba desapercibido, hasta que una de esas personas se acercó ferozmente hacia a mí y me golpeó en la cara con el puño cerrado dejándome inconsciente en mi propia consciencia. 
Desperté en una cama de paja en una casucha con tejado de madera y paredes de piedra, una chimenea al frente de la cama con un fuego encendido, al lado una mesa con una silla de mármol, en la mesa un papel y un lápiz. La puerta estaba cerrada, me levanté a intentar abrirla pero fue en vano. Me acerque a la mesa, y observé el papel, estaba en blanco, el lápiz estaba recién afilado, el frío se hacía notar, así que intenté mantenerme cerca del fuego.

Cogí el lápiz y en el papel escribí mi nombre, inmediatamente aparecí yo mismo ante mí, mirándonos con caras de perplejidad, era una copia exacta. Borré mi nombre y mi otro yo desapareció. El frio me hacía tiritar, incluso junto al fuego. Volví a escribir en el papel, esta vez escribí “abrigo”, y un abrigo me rodeó el cuerpo proporcionándome calor. También tenía hambre, por lo que al lado escribí “comida”, un plato de carne con guarnición se plantó en la mesa acompañado de una botella de vino, una copa y los correspondientes cubiertos. Me paré a comer hasta que quede harto, parece que la medida de la comida era la exacta porque no quedó ni un resto en el plato.

Se abrió la puerta y desapareció el papel, entró una joven, apenas cruzo palabra conmigo, era diferente a los demás que había visto en la aldea, ya que su cara no era borrosa, la observé durante un rato solo se limitaba a recoger la choza aunque ya estaba recogida.

- ¿Qué haces? –le pregunte extrañado-.

- Nada –respondió-.

- ¿Quién eres? –Pregunté aun sabiendo que era producto de mi mente-.

- ¿No me reconoces? –Contestó con otra pregunta-.

- No, no te reconozco –dije-.

- Busca en tu interior y hallarás la respuesta, pues eres tú el que me ha traído para ayudarte a 
entender lo que pasa –contesto con aura de misterio-.

- No lo entiendo no he escrito en el papel nada –respondí-.

- Soy aquella que buscas pero aún no has encontrado, soy aquella que puede devolverte a la realidad, ya que ignoras cosas de ti mismo, mejor que las descubras, pero estás en peligro es mejor que te prepares. Coge el papel. Necesitarás algo para defenderte  –dijo desvaneciéndose en la niebla que entraba ahora por la puerta-.

El papel reapareció junto con el lápiz, no entendía bien las palabras de aquella extraña mujer que parecía ocultarme algo, pero era imposible, era mi cabeza como podía existir alguien que no conocía, como podía siquiera saber a qué se refería con defenderme. Así que me pare a analizar la situación pacientemente. Me conocía a mí mismo, tenía que saber la respuesta, pero no la sabia.

Después de un rato de meditar, en el papel escribí “espada” y “armadura”, al instante una armadura brillante de oro cubría mi cuerpo, el yelmo era idóneo para mi visibilidad, la espada, era elegante y alargada, no pesaba demasiado por lo que la manejaba como si fuera una pluma. Salí de la casucha. Al salir, la niebla era densa, apenas se veía a dos metros de distancia de mi posición, por lo que avancé con cuidado, no sabía que me deparaba, como ya he comentado, mi imaginación es demasiado activa a saber que inventaba. Avanzaba mientras escuchaba unos pasos escurridizos, eran fuertes, como si hubiera miles de cosas dando golpes al suelo. Algo salto hacia mí, y lo corte por la mitad con mi espada, no me dio tiempo a ver lo que era y su cuerpo desapareció como en un videojuego antiguo. Me mantuve alerta. Otro salió de la izquierda, al ser diestro me costó, pero pude atravesarlo con un movimiento que no sabía que conocía, me agache y paso por encima lo que me permitió dejarlo a mi derecha para cortarlo mejor, pude verlo claramente. Era un ser de apenas de un metro de altura, con bello en todo su cuerpo, lo único que no tenía pelos eran sus ojos, manos y pies ambas marrones y con 3 dedos cada una con unas largas garras de mental, sus ojos eran de color rojo, que parecía que en cualquier momento arrojaría fuego por ellos, pero al atravesarlo desapareció. El bullicio a mi alrededor se hacía de notar, pero no tenía miedo, hasta que uno me atacó por la espalda y me araño los dos hombros, el dolor era intenso, no lo entendía, era mi fantasía, no podía sentir dolor, pero extrañamente eso sucedía. Me lo saque de encima y pude cortarle lo que parecía la cabeza, no tenían boca ni nariz, solo pelo, garras y ojos, era aterrador como si solo se hubiesen creado para matar. El pánico me abordó y comencé a correr sin mirar atrás, corrí y corrí pero el cansancio hizo que me detuviera. 
Parecía que ya no había nada alrededor mío, me encontraba a las afueras de la aldea, en un sendero en medio de un desierto donde la niebla comenzaba a dispersarse, mire mis hombros y aun sangraba, aun dolía, aunque por la adrenalina al correr no lo sentía ahora no podía soportarlo. Vi como se acercaba una figura mientras caía al suelo retorcido por el sufrimiento provocado por mis heridas. La figura a cada paso que daba hacia mí se hacía más nítida. Una figura humana con una túnica  con capucha que apenas dejaba ver su rostro, pero sabía quien era, eran los mismos ojos de aquella muchacha, saco un ungüento del interior de su túnica, y me los extendió por los dos hombros curándomelo casi al instante casi tan rápido como volvió ella misma a desaparecer. Estaba cansado así que me limite a dormir en un pequeño oasis que había aparecido frente a mí al desaparecer la joven. Cerré los ojos. Caí en un profundo sueño donde veía a la mujer, era realmente hermosa, imagino que debía serlo ya que la había creado yo, su rostro era de una finura casi mitológica, sus ojos desprendían ternura e inocencia con un color verde que evocaba a la esperanza, sus labios carnosos parecían hechos para besar en las noches frías, sus manos delicadas y suaves que una caricia podría hacerte perder sin más la cordura, su cuerpo era perfecto, sin palabras ante tal atractivo sexual. Pero un momento, como podía soñar en mi mente, era ilógico, pero ella se dirigió a mí.

- Debes atravesar el desierto, por tu bien –dijo la muchacha-.

- Pero no lo entiendo como es posible que este soñando –dije sorprendido-.

- No sueñas, estas en una de tus zonas seguras, desconectando de tu propia proyección, de la misma que has cedido el control, debes atravesar el desierto, es la única manera –dijo-.

Cuando termino la frase quería replicar, pero había abierto los ojos y ya había desaparecido, “¿Zonas seguras?”, “¿Perder el control de mí mismo?”, “¿Única manera?, ¿de qué?”. Esas preguntas sin respuesta me consumían lentamente, al abrir los ojos el oasis había desaparecido y me encontraba en el camino del desierto. El camino se distinguía porque la arena era compacta como si una apisonadora hubiera pasado por allí, se veía en las cercanías se perdía a lo lejos pero a cada paso veías un paso más adelante lo que permitía que no me saliera de él. Todo era muy extraño, todo era como si no fuera yo mismo, quizás había una parte de mí que no conocía, o una parte de mí que nunca quiso salir hasta tener su oportunidad, no lo sé. Anduve el camino durante días, aunque el sol no salía, dormía cada cierto tiempo, esa era mi única noción de tiempo, siempre dormía con el yelmo tapado por mis brazos para generar un poco de oscuridad. El desierto parecía interminable, no lo entendía, no entendía porque no acababa, ni siquiera divisaba el principio me encontraba en medio de nada, rodeado de arena, con una armadura de oro que me hacía sudar a chorros por el calor y una espada que cada vez se hacía más pesada. Por fin a lo lejos divise una puerta en medio de las dunas, para ser más específicos en lo alto de una de ellas, la que se postraba frente a mí, era tan alta como una montaña debía por lo menos medir doscientos metros. Cada vez que intentaba subir la pendiente para alcanzar la puerta, la arena me engullía hacia abajo. Lo intente decena de veces con el mismo resultado. No sabía que hacer, intente rodearla pero no encontraba el camino para hacerlo. Me di la vuelta para mirar otra alternativa y la montaña desapareció a mis espaldas para volver a poner en la trayectoria de mi mirada, girara al lado que girara siempre aparecía. Era desesperante. Empecé a correr hacia una dirección, hasta que comenzaba la pendiente de la duna, y otra vez me arrastraba para abajo, así que desistí. Pensé y pensé hasta que se me ocurrió una solución que no sabría si funcionaría. Me recosté mirando hacia arriba pero el cielo se hizo arena y caí de frente hacia ella cambiando de posición el desierto. Así que resignado cerré los ojos en busca de la mujer, pero no aparecía. Pero si apareció mi otro yo entrando por la puerta, entonces me di cuenta y recordé que en mi cabeza yo tengo el poder, así que flexioné las rodillas y de un salto llegue a la puerta abriéndose sin necesidad de tocarla.

Aparecí en una playa de arenas negras y un mar naranja como el cielo, era un paisaje inaudito, increíble, me deleite en él durante horas, corrí hacia el agua para darme un baño, me daba igual la armadura. Para mí decepción no podía entrar en el agua simplemente caminaba por encima de ella, las olas me hacían subir y bajar, pero no me mojaba, ni siquiera una sola gota, aun así me senté y me dejé arrullar por las olas. Una mano acarició mi espalda y una presencia a mi lado se sentó, si, otra vez esa maldita mujer.

- Lo has conseguido –dijo en tono de burla-.

- ¿Qué he conseguido? –pregunté-.

- Has conseguido eludir el desierto que atraviesas en tu vida, dejando atrás los demonios que te persiguen y atormentan, has avanzado bastante, pero aun te queda un largo viaje. –contestó- .

- Pero no entiendo nada yo debería dominar este mundo, aunque haya dado a mi imaginación su propio libre albedrio sigue siendo parte de mí, no entiendo porque actúa así, ni porque me hago daño en mi propia cabeza –le dije conteniendo la ira-.

- ¿Estás seguro que fue tu decisión? Creo que no entiendes del todo, porque estas aquí. Ahora mismo, no tienes ni idea de donde estás, ni de que buscas, entraste aquí posiblemente, engañándote a ti mismo, huyendo de la realidad, el mundo que has pasado, es una lección pero ha sido en vano, porque no entiendes que ocurre. Por ahora solo puedo decirte que, no eres dueño de tus emociones y que no elegiste este futuro, él te eligió a ti. Debo irme, recorre el mar hasta el norte, te espera tu siguiente destino, no subestimes a tu subconsciente ya que es una parte de ti que desconoces… -relato brevemente algo que en el momento no entendí-.

La muchacha se perdió entre aquel mar naranja, y yo tome rumbo al norte.
Por el camino, en aquel mar vi grandes veleros, que tampoco hacían caso de mi presencia. Grandes batallas navales en todas las direcciones exceptuando el norte, esa ruta siempre estaba libre, por momentos miraba las batallas, miles de hombres sin rostros en batallas por tesoros y por dominar más barcos, miles de muertes a mi alrededor, a cada paso me empecé a perder en las historias de aquellos barcos y sus caras se hacían menos borrosas y algunos incluso comenzaban a mirarme. Pero volvía en mí mismo, y volvía a la normalidad de lo ilógico. Cuando llegue al fin del mar, había una gran cascada.

- Salta... –escuche a lo lejos-.

Dude por unos instantes pero salte, la caída fue emocionante, gritaba como un loco a sabiendas que no me pasaría nada. La cascada por metro que baja se hacía más hermosa ese bonito naranja, y al fondo la inmensidad del infinito en su caída, no se veía el final ni el principio. Pero de repente, desperté de nuevo sobre saltado en la misma choza donde vi por primera vez a la mujer, ya no tenía ni la armadura ni la espada, y la situación era exactamente igual, las mismas paredes de piedra, el mismo techo de madera, la misma mesa, la misma chimenea, la misma silla, hasta el papel con el lápiz afilado al lado. Pero ya sabía como funcionaba, cuando levanté de la cama de paja la cual también era la misma, el fuego se apagó como si la llama se traspasara a la mesa para quemar el papel. Sin dejar ninguna huella en la mesa y solo dejando el lápiz. Como es obvio cogí el lápiz. La puerta esta vez estaba abierta y no había ningún tipo de niebla, sin embargo, no me encontraba en una aldea, la choza desentonaba en aquel paisaje que tenía frente a mí. Edificios enormes en los que no se veía su final en el cielo, y aquella pequeña choza en una parcela que parecía no existir, porque desapareció en cuanto cerré la puerta dando lugar a otro edificio.

Aunque sorprendido me dispuse a recorrer las calles, pero todo era una gran avenida ya que en los cruces solo había espejos, cuando intentaba girar por una calle veía mi reflejo, así que debía seguir recto. Los edificios estaban cerrados, no podía entrar, busque alguna alternativa para cambiar de rumbo pero me fue imposible, incluso cuando llegaba un largo trecho volví al lugar donde estaba la choza, ya que pase cerca del edificio y reapareció, intenté entrar, estaba cerrada, entonces me alejé, y desapareció dando lugar de nuevo al edificio. Eso me llevo a pensar que quizás había otros lugares ocultos en otros edificios, me acerque a cada uno de ellos hasta que volvía a la choza. Que aparecía y desaparecía con mi presencia aunque siempre estaba cerrada.



Ya cansado de las experiencias anteriores busque solucionas antes de repetir lo mismo una y otra vez, pero no tenía ni idea de como actuar, solo tenía un lápiz. Entonces recordé que cuando escribí en el papel se materializaba lo que escribí. Escribí “puerta”, no sucedió nada, probé con otras palabras y tampoco nada, me recosté en el suelo y empecé a hacer garabatos mientras pensaba, sin prestar mucha atención a lo que dibujaba. Así que mi mano escribía con voluntad propia, cuando mire había dibujado un dragón, que desapareció en el suelo, hasta que un estruendoso rugido rompió en mil pedazos los cristales de los edificios, creando una lluvia hermosa, pero peligrosa, pues el roce de los cristales me provocaba pequeños cortes. La sombra del dragón paso sobre mi cabeza, había dibujado sin querer una bestia descomunal que se había materializado, corrí buscando refugio pero no lo encontré. Visto lo visto y sin pensar demasiado, en el suelo dibujé un lanzamisiles, que también apareció ante mí. Disparé al dragón pero no le hacía daño, más bien lo enfurecía, me lanzó llamaradas que por poco no me calcinaban, por lo que tuve que seguir huyendo. Dibuje un escudo, lo que hizo que me protegiera de la última llamarada que fue cercana. Me protegía el escudo pero no tenía como atacar, pero era mi mundo, o por lo menos lo había creado una parte de mí. Dibujé un palo con el pensamiento de una varita con la que poder atacar con magia, el dragón enfurecido, lanzo otra llamarada que no me dio tiempo de proteger todo mi cuerpo, una pierna quedo desprotegida y me provoco quemaduras, entre los cortes y la quemadura mi cuerpo estaba muy débil, agité la varita y lanzo un hechizo congelante, que dio de lleno en una de sus alas, quitándole la ventaja del cielo. Ahora ambos estábamos tocados y la batalla estaba igualada, otra llamarada lanzo, pero esta vez me dio tiempo de protegerme bien, lancé otro hechizo que esquivó por poco, se acercaba cada vez más, y sin pensarlo imaginé un agujero negro, que se recreó encima del dragón absorbiéndolo y lo que había a su alrededor. El alivio me recorrió todo el cuerpo, pero el aguajero se fue haciendo más y más grande, y comenzó a arrasar todo el lugar, fue cuestión de tiempo que me arrastrara hacia su interior a mí también. Cuando traspase el agujero me encontré sobresaltado en mi habitación, en mi cama, todo había sido un sueño, o eso pensaba. Me levante de la cama, fui hacia al baño para hacer mis necesidades pero cuando pase por el espejo me engulló, adentrándome en un mundo de reflejos infinitos de mí mismo. Mis otros yo empezaron a traspasar los espejos atacándome, la lucha era imposible, eran demasiados, y yo uno solo, por lo que me rendí y sucumbí a mí mismo desapareciendo entre las sombras de mi persona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario