martes, 10 de junio de 2014

Otro camino

Navego entre mis pensamientos en altas horas de la noche, entre sorbos de café me pierdo en mil delirios que no me llevan a ningún sitio. No sé, ya esto se ha convertido en el pan de cada día, me gustaría ser un robot para tener un botón de apagado, o mucho mejor uno de reiniciado ¿Por qué? pues es bastante simple, para vaciarme y volver a llenarme de nuevas sensaciones y olvidar aquellas experiencias que me han enseñado a defenderme del dolor que provocan determinadas personas o situaciones.

Enciendo un cigarrillo mientras miro por la ventana, la vida continua... ni siquiera a estas horas las personas paran de moverse, eso me da que pensar, me hace preguntarme cuantas historias han pasado frente a mí con cada persona que se me ha cruzado por el camino. Mientras observo a las personas que pasan, me pregunto porque sigo quieto en mi ventana, no sé, es como que al fabricarme me dejaron incompleto, un ser que no sabe desenvolverse en lo más básico que es la comunicación e interacción con los demás para llegar a un fin común, un fin en el que todos salgan beneficiados... pero ya ves, en mis defectos, yo opto por ir a mi puta bola. Porque el beneficio mutuo, lo sé y lo sabes, es una utopía, las acciones desinteresadas, no es que abunden y el egoísmo esta implícito hasta en las portadas de los periódicos más sensacionalistas. Así que, quizás mi forma de ver el mundo no este del todo equivocada.

Mientras sigo viendo como las vidas de otras personas se van cruzando en el camino de mi nostálgica mirada, comienzo a indagar en nuevos horizontes y alzo la vista al cielo para contemplar la luna, que para mí es un elemento de mis fantasías más profundas, pero eso aún no lo comparto con nadie, ¿Para qué? pocas personas se paran a escucharte, y de las que se paran a escuchar tus melodías más íntimas, si no las comparten... no las entienden, así que vuelvo a preguntar ¿Para qué? para que compartir historias que nadie quiere escuchar, aunque he de reconocer que cuando alguien las entiende el mundo parece que nos regala un poco de luz en el recorrido de esta extraña y absurda vida.

No sé, la soledad es tan sombría... incluso asusta, nadie quiere estar solo pero para mí, que sinceramente abrirme a los demás con el paso de los años se ha convertido en un deporte de riesgo, me trae un poco la paz... porque si... que la adrenalina sube cuando descubres un nuevo relato, que el principio es innovador incluso intrigante, pero no siempre el final termina bien, a veces te lleva a tormentos indescriptibles porque tú eres una persona que no sabe controlar sus emociones, que no sabe plantarse antes sus pensamientos, porque aunque la coherencia es lo más sencillo de reconocer, la esperanza de un nuevo amanecer que deriva en un día donde todo cambia para llegar al atardecer que te lleva al más delirante paseo por una playa agarrado de tus instintos... es lo que más nos motiva, y es que la vida sin un poco de riesgo no tiene ni pies ni cabeza.


Pasados los minutos entre los ruidos de los pájaros que son apagados por los motores de los coches... el café se termina y el cigarrillo que tan plácidamente compartía desde mi ventana con el mundo se apaga... vuelvo a pensar que no debo regocijarme en mi dolor porque una historia que me hacia sonreír termine, ya que no hay historia interminable... cuando algo termina, algo que desconoces comienza a surgir lejos de tus sentidos y cuando lo percibes das gracias por el final de aquello y el principio de esto, porque la vida es así... y ahora mismo otro camino se postra ante mi porque una vez más desde mi ventana estoy viendo otra vez amanecer.

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