martes, 19 de agosto de 2014

La pluma vacía

En una fría mañana de verano una lagrima se mezclaba con un poco de ceniza del cigarro que por despecho consumía, le aterraba el tiempo. Nunca se había planteado el tic tac de las horas que recorrían su reloj cada día marcando el paso de su historia. De repente, mientras se sumergía entre sus miedos, una pluma se poso en sus rodillas flexionadas, ya que se encontraba sentado en un banco en medio de la calle, cuando su distraída mirada se percató de aquella pluma le invadieron otro sin fin de pensamientos, sobre todo se pregunto su historia ¿Cual sería?

Debido a que estaba cansado de pensar en si mismo, de pensar que sería de él de ahora en adelante, ya que su historia pasada le parecía tan banal, tan insignificante,de que sentía que había perdido su tiempo, lo que le había llevado a enrolarse en un mar de angustias aquella mañana. Pero sin saberlo aquella pluma le daría la primera piedra para avanzar en otra dirección, en otra tendencia, así sin sentido se levantó de aquel pequeño banco que había albergado demasiado de su mundo y de su propio ser.

Primero remojó su dedo su dedo con sus labios, una vez levantado, para saber en que dirección soplaba el viento. Soplaba en dirección opuesta a su vista, pero de un giro se puso de frente y el viento aunque era bastante frío y fuerte no lo amedrentó, se dispuso a dar pasos en firme hacia aquella historia que quería descubrir.

Cuando hubo andado un número indeterminado de pasos llegó a un árbol, arriba de él, en una de las ramas divisó un nido perfectamente construido, quizás por aquella ave, quizás por otra, pero que importaba, había olvidado la pluma para pensar en aquel nido. Subió un poco el tronco y encontró dentro de él unos huevos, solitarios, tanto o mas que él, aunque pensó que por lo menos eran varios, que su madre volvería y sin pensarlo se paró debajo de aquel árbol a esperar. Espero y espero sin éxito, aquella ave que tan perfectamente había construido su nido no aparecía. Se preguntaba como era posible que aquella madre hubiera abandonado a sus huevos, como era posible si tanto esfuerzo le había costado construir aquel pequeño nido, rama a rama y tan perfecto, que llego a la peor conclusión posible, aquella ave no volvería.

Y él comenzó a pensar en ello ya que su mañana había sido tan desdichada, tan absurda que centro su interés en una pequeña pluma, no le entraba en la cabeza que un ser que ha traído vida al mundo, que ha hecho algo importante dejando su descendencia para que su propio ser perdurase. Había dejado huérfanos unos huevos, sus huevos, su vida prologada en otra generación.

Y confirmo sus peores augurios aquella ave no volvió.

Durante un momento dudo, pero al poco tiempo una idea cruzo por aquella perturbada mente, criaría a los huevos y haría que esas vidas llegasen al mundo, que vieran un amanecer, un atardecer, que vieran caer la lluvia e incluso que pudieran ver en él, a su protector. Cogió el nido y comenzó a andar. Mientras andaba otra pluma se poso en él, giro la vista y vio a aquella ave, o una similar, la pluma coincidía, y su cuerpo sin vida recogió del suelo.Entendió que nunca abandono a aquellas aves, sino que el destino en favor de él le había dado la oportunidad de hacer algo importante, mientras que aquella ave nunca vería a sus crías nacer y tampoco crecer.

Eso aun lo convenció más para cuidar a aquellos huevos abandonados por este cruel y despiadado mundo, del cual nunca tuvo noticias sobre el sentido que tenía existir en él, en esta broma de mal gusto llamada vida.

Paso el tiempo y aquellos huevos se abrieron, él los alimento, y los protegió hasta que fueron adultos.
Cuando ese día llego les enseño a volar, para que pudieran coger su rumbo en la vida, pero aquellas aves no querían abandonar aquel hombre, ya anciano, que desperdicio su vida algún tiempo atrás, pero que tras ver crecer a aquellos pequeños seres que le profesaban total admiración, se sintió en paz consigo mismo y recostado en un sillón se durmió para nunca despertar. En su testamento dejo claro que quería ser enterrado bajo aquel árbol que le había dado la satisfacción en su vida, y dentro de la misma carta quería que dejaran volar su pluma. Nunca nadie supo su nombre, nunca nadie hizo volar aquella pluma en su honor, pero durante años junto a su tumba donde descansaba, cada mañana unas aves la sobrevolaban y alegraban el paraje con una linda melodía. En su tumba siempre se conservó una frase, que le encontraron escrita en sus últimos relatos de vida.


La soledad a veces es una bendición para la tranquilidad del que la admira, pero la compañía de quien te admira es la mas sublime alegría que puede regalarte esta vida.”

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