miércoles, 4 de febrero de 2015

Entrenamiento del joven mago parte I


El joven mago se postra frente las puertas del laberinto para comenzar su primera lección, se siente nervioso, pero su determinación no admite dudas, por lo que se adentra sin pensarlo para comprender los senderos del poder.
Al entrar camina unos metros se encuentra con su primer obstáculo pues el camino se divide en tres. El joven observa detenidamente los detalles, el primer camino, el de la izquierda, parece el más sencillo ya que es un pasillo recto con una luz brillante al final, el cual descarta porque entiende que todo camino tiene sus dificultades, en la vida se aprende de las experiencias y un camino sin baches no le convertiría más que en un ser débil y acomododado. El segundo camino, el central, solo se ve una pared a unos pocos metros de distancia con un camino a la izquierda, el joven mago duda sobre este camino, pues no sabe que hay a la izquierda lo que le resulta extraño porque te enseña parte del sendero pero esto le provoca ansiedad por llegar hasta la pared que se bifurca a la izquierda para emprender ese camino,  pero el joven mago lo ignora pues el camino hay que recorrerlo paso a paso, no podemos fijar nuestra punto de mira más allá de lo que tenemos ahora. El tercer camino es una puerta entre abierta, en el espacio que puede observarse solo hay oscuridad, el mago no lo piensa más y se adentra en la puerta, pues su intuición le marca que hay que llevar la luz a todas las partes de la oscuridad siguiendo el camino del misterio que supone.
 La decisión del mago fue errónea pues se adentró en un camino que no tenía objetivo en su camino por lo que si no sabes a dónde quieres llegar te puedes perder en tu camino en la más absoluta oscuridad.
El joven mago no es consciente de su error por lo que continua este camino convencido de ser el correcto, camina horas y horas sin mirar atrás, ignorando que el pasado esta colmado de experiencias que nos servirán tanto en el presente como en el futuro. Su fe en el camino es inquebrantable pero no tiene ni idea de a dónde va, paso a paso va decayendo en su empeño y su cansancio aumenta. Se para, se sienta, reflexiona, no entiende su error en la inmensidad de la oscuridad, se ha perdido y comienza a dudar pero en un instante mira hacia atrás y ve la puerta por la que había cruzado hacía ya días, se encontraba a un metro de ella pero no podía ver su claridad debido a que la luz es comida por la oscuridad, el no cesaba en su empeño y obstinación de ir hacia delante sin pararse a pensar que en la vida, es necesario fijarse un objetivo, pero las lecciones del pasado te deben de guiar. Cuando vio la puerta se dirigió a ella y se dio cuenta de que ningún camino era el correcto, por lo que simplemente se sentó en medio de los tres caminos y se durmió. Durmió durante horas hasta que por fin despertó, pero no despertó en el laberinto sino en una llanura, para los sabios que habían recorrido el laberinto, la llamaban la llanura de la realidad.
La llanura de la realidad era aparentemente una llanura normal, pero tenía una singularidad, en el medio de ella extendiéndose de lado a lado había una especie de hechizo que funcionaba de espejo, pero un espejo de contrariedad, en una mitad la llanura estaba llena de árboles, el césped resplandecía con un verde que bañaba el sol más conciliador. En el otro lado en la llanura no había vida, había un desierto, iluminado por una luna de color rojo que daba sensación de que la llanura estaba llena de sangre por todo su espesura. El joven mago observo tal paisaje pero no se extrañó, ya venía preparado para cualquier ilusión o para cualquier contratiempo. Comenzó a recorrer la llanura desde donde había despertado de un lado a otro, intentando hallar la respuesta a tal enigma, pero por más que recorría la llanura no lo entendía, y comenzó a desesperar. A medida que desesperaba, su ira sobre su maestro que le había guiado allí crecía, lo que hacía que la división de la llanura se descompensara y la zona oscura robase terreno a la de luz, sin que el mago pudiese darse cuenta, siguió mal diciendo a todo. La oscuridad casi había colmado toda la llanura hasta que el joven mago, pensó en la vida, estaba en un lugar donde todo era prácticamente una ilusión, pero en la realidad no siempre todo tiene sentido, pero no por ello nos tenemos que rendir, ni odiar a los demás por no darnos las respuestas que queremos. La luz volvía a tomar terreno, el joven mago seguía reflexionando, pues en el bosque había aprendido antes de que llegara su maestro que podía entender a la naturaleza, y que eso no tenía sentido, pero era su realidad, debía aceptarla para disfrutar de la compañía de los que lo habían criado. Al fin, la luz cubrió totalmente la llanura, una puerta apareció en medio, el joven mago se acercó a ella y la miro, no parecía tener ninguna trampa por lo que se adentró en ella.
Apareció en la entrada del laberinto, nuevamente ante los tres caminos en los que antes había estado, exactamente igual, pero el joven mago ya no estaba tan confiado, había reflexionado, aunque parecía que no, llevaba cerca de una semana caminando en la oscuridad, otra semana caminando en la llanura, aunque el tiempo no parecía pasar en su mente, su cuerpo lo notaba, por lo que opto por coger el camino más sencillo si eso significaba salir de aquel lugar, así fue, cogió el camino de la izquierda hasta llegar a la luz brillante, cuando la atravesó al otro lado se encontraba su maestro.
-          Enhorabuena muchacho, has superado la primera prueba. –dijo el mago con una sonrisa- ¿Qué has aprendido? –pregunto.

-          ¿Superado? No sé el tiempo que llevo ahí dentro, mi cuerpo está agotado, he caminado en la oscuridad, recorrido una extraña llanura que parecía absorberme, para que llegado a un punto el primer camino que había descartado fuera el que llevara a la salida, he aprendido a seguir el camino fácil –replico el joven mago a su maestro-.

-          Claro mi joven aprendiz, date cuenta de una cosa, en la vida las experiencias nos enseñan a no tropezar dos veces con una misma piedra, pero también debemos saber y lo que has de aprender es que la vida en sí, es sencilla, tu diste por sentado que debe ser complicada, por lo que te complicaste tu solo en el laberinto, debemos siempre hacer las cosas simples no podemos en revesar ya que en cualquier camino habrán imprevistos, no podemos lidiar con  todo. Todo lo que paso ahí dentro fue debido a tus ganas de complicarte. –Rio a carcajadas el maestro mientras fumaba su pipa y se daba media vuelta para alejarse-.

El joven mago escucho perplejo las palabras de su maestro, y comenzó a seguirle reflexionando sobre su lección, en donde la vida siempre es mejor hacer las cosas simples ya que las experiencias nos las dan las sorpresas, lo inesperado y saber cómo actuar ante ellas. El joven mago suspiro y se adentró de nuevo en el bosque con su maestro siguiendo el rastro del humo de su pipa.

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