miércoles, 13 de noviembre de 2013

Incontrolado

Cuando menos lo esperaba apareció ella bajo mi ventana, vestida tímidamente, aunque bajo aquella abultada y protectora ropa se podía intuir el contorno de sus curvas que a mí me perturbaban de manera que no me fije en su fingida y nerviosa sonrisa. Le abrí la puerta y le di dos besos, uno en cada mejilla, con suavidad, dándole a entender que aunque sabíamos a que venía no iba a ser frío, no iba a ser una vez más de las que al día siguiente te arrepientes, porque a veces aunque en los temas del sexo la crudeza excita, en mi terreno la ternura siempre tiene lugar.
Entro en mi habitación y comenzó a examinar todo a su alrededor buscando pistas sobre mi persona, buscando algún dato que le diera una excusa para irse, pero no lo encontró.
Conversamos un rato y decidimos meternos en la cama, hacia frío, pusimos una película y ahí comenzó el delirio. Mis manos bajo la manta comenzaban a hacer círculos en su espalda, ella se mostró un poco inquieta, pero no me paro, ya que en su cara dos controvertidas expresiones me deleitaban, placer y nerviosismo. Al cabo de un rato de subir su temperatura con  mis manos, el nerviosismo desapareció, y tímidamente me acerque con mis labios a su cuello, su respiración comenzó un poco a acelerarse, e intento participar, pero no la dejaría, me había decidido a hacerla disfrutar, le dije que se relajara, y asintió, lo que me llevo a continuar con mis labios recorriendo todo su cuerpo, sin prisas, no existía mañana solo aquel instante, tan esperado, y a la vez tan extraño.  Cuando no pudo más, se abalanzó sobre mí, nos fundimos en un primer beso que no esperaba, tan apasionado, tan único, no sé como describirlo sin darle entrada a la perversión. Ella a medida que el beso transcurría, se envalentonaba y sus manos buscaban partes de mi cuerpo prohibidas, partes que no querían aun participar, pero ella las requería, yo encontré de nuevo su cuello, y me deleite en él, me deleite de tal manera que su respiración comenzó a ser intensa, tanto que las zonas prohibidas llegaron a ver la luz, yo con mis manos ella con las suyas, nos dimos de bruces hasta que la agarre con fuerzas y la arrastre hacia mí, la conexión fue inmediata. Nuestros cuerpos eran uno, los gemidos resonaban en toda la habitación, la excitación era descomunal, pareciera que llevábamos toda una vida conectados, pero no, era la primera vez que se veían a solas, y eso nos les preocupaba ya que siempre todo fue mi claro. El tiempo pasaba y no parábamos, era como si la vida nos fuera en ello, movimientos que desataban el placer más exquisito, su deslumbrante cuerpo sobre mí,  que más podía pedir, nada, porque no podía ni pensar, me estaba volviendo loco, y no podía contenerme…


Entonces abrí los ojos… miré a mi alrededor y estaba solo. Había sido un sueño, ya que esto solo podrá ocurrir en mi imaginación. Ya que esos besos nunca se podrán probar en lo que es mi estúpida realidad.

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