jueves, 1 de agosto de 2013

El tren del azar

Esa mañana Luis se despertó indignado, los pájaros lo habían despertado después de que había trasnochado y no tenía intenciones de madrugar. Después sonó el teléfono, y eso perturbo aún más su casi recuperada tranquilidad. Maldijo en todos los idiomas que sabía. Pero al coger el teléfono vio su nombre en la pantalla, no recordaba quien era, ya que estaba muy borracho para recordar conversación alguna. Tristemente esa noche había ahogado en el alcohol todas sus penas, pero a pesar de ello, ella se fijó en él. Apenas recordaba su cara, pero él no necesitaba recordar nada, pues la sensación de haber conocido a alguien especial aún se hacía eco en sus casi muertas pero a la vez disparatadas neuronas. Así que la contrariedad se le paso con una simple lectura de unas pocas letras encadenadas, en la cual había errores comprensibles por su estado de embriaguez. Pero no lo cogió, se encontraba muy nervioso para optar por una conversación en esos terribles momentos en que la resaca te mata, y los recuerdos te avasallan unos tras otros haciendo que no quieras más que volver a cerrar los ojos y no recordar. Así que paso, y con esa decisión dejo pasar el tren a primera hora de la mañana, concienciado de que pasaría durante todo el día. Y así fue. Por la tarde se armó de valor, y cogió su teléfono, daba señal, estaba nervioso, no sabía que decir, pero en ese instante no importó, cuando la persona que se encontraba al otro lado del aparato se dignó a cogerlo, su voz le embriago, simplemente recordó todo de ella, y se enamoró.
Quedaron y encontró la medicina que le llevaría por el camino para salir de su triste realidad, que se había convertido en su más horrible condena. Se sintió bien pues al final pudo coger el último tren que le habían preparado el azar y la casualidad. Y así, aprendió que por muy mal que las cosas vayan, la vida depara sorpresas, que no podía dar todo por sentado, porque él es solo una persona más, no puede vivir pensando que ya conoce el mundo.

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