domingo, 5 de mayo de 2013

Cuentos de un extraño

De repente, me detuve y contemplé el firmamento, maravillado de cómo la luna irradiaba su resplandor y me llamaba a seguir su camino. Envuelto en un instante mágico, me encontré rodeado de nubes que me elevaban hacia ella, ascendiendo a lo más alto. Desde esa posición privilegiada, mis ojos se perdieron en la inmensidad del universo.

La luna, soberana de los cielos cercanos, comenzó a compartir conmigo los recuerdos de su existencia, rememorando nuestra tierna infancia. Como guardiana de la noche, nos ha contemplado desde que éramos pequeños descansando en sus brazos. Pero no se limitó a relatarme nuestras historias individuales, sino que nos unió en un todo etéreo y misterioso.

Entre risas melodiosas, recordó los juegos inocentes con palos y la inevitable tristeza al abandonar a su hermana terrenal, la Tierra, en nuestro camino. También me reveló cómo las estrellas la envidiaban, pues a ella le confiábamos nuestros más íntimos sueños y promesas. Y en su sabiduría, me susurró que no debemos temer, pues fuimos criados para vivir en armonía con sus hermanas celestiales. Y que en lugar de llorar por lo que hemos perdido, debemos sonreír por todo lo vivido y por las infinitas maravillas que nos aguardan.

Jamás me detuve a cuestionar la veracidad de aquellos momentos, sumido en la ensoñación y la magia que los envolvía. Pero siempre guardaré en mi corazón las historias tejidas en nuestro encuentro, como cuentos de un extraño que resuenan en el eco de mis pensamientos.

Así, en este instante, te traigo nuevamente la historia, revistiéndola con la poesía de los sueños y las emociones, para que su esencia perdure y su significado trascienda en cada verso que se alza en el viento.

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