martes, 7 de mayo de 2013

Horas muertas.


Una tediosa tarde la lluvia se desliza a través del cristal de mi ventana. El reloj-despertador se empeña en hacerme consciente de la lentitud de su movimiento marcando cada segundo de mi soledad. A fuera, en la calle, se escucha la risa de gente con un destino, gente acompañada   de los ruidos de los malditos coches que no cesan en regodearse gritando que no me dejaran liberarme en un sueño.

De repente, una idea intenta hacerse notar pero sin llegar a aclararse se apaga, sin más, sin más estaré aquí esperando que en alguna otra cabeza resuene un recuerdo de mi ser y me saque de este letargo, que al fin y al cabo así pasan las horas muertas.

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