martes, 21 de mayo de 2013

Noche sin tregua


Por fin entro en mi habitación, tantas veces había soñado con tenerla en mi cama que había perdido la percepción de sus curvas prominentes. Nos acercamos y nos fundimos en un beso mas apasionado que dulce. Por lo que note, ella también llevaba tiempo deseándolo.

Sus manos recorrían mi espalda en busca de una abertura para sentir mi piel, las mías ubicadas en el sitio adecuado de su cintura para manejar el movimiento hacia el bulto de mi entre pierna. Nos trasladamos a la cama mientras la desnudaba lentamente. A cada pedazo de piel que asomaba, mis labios se deleitaban  en ella, recorriendo desde su barriga hasta sus senos, terminando en su cuello, mientras ella suspiraba.

Después de sumarla a tal excitación ella arranco mi camisa y araño mi espalda, bajo por mi pecho acariciándolo con su pelo hasta una zona que no se puede describir con palabras sin ser obsceno, pero cuanto placer en pocos segundos.

Después de los juegos llego el momento de la consumación, se montó sobre mi como si fuera un caballo y me bailo una pieza de salsa que por poco hace que mis ojos dieran vueltas. La sensación de excitación ya estaba por las nubes, el sudor lubricaba el movimiento de nuestros cuerpos, los alaridos retumbaban más allá de las estrellas que miraban envidiosas como el cuerpo humano se sobre calentaba sin ningún tipo de combustión. En el momento que se cambió de postura la adrenalina no rebajo, pues como animales acabamos en una posición que más allá de todo en cualquier otro contexto un insulto sería, las nalgadas sonaban, los gemidos me deleitaban para darle el placer que debía, para hacerla sentir mi hombría.

Pasadas unas horas aun seguíamos bajo la sabanas, la almohada por el suelo y ya cambiado al misionero donde mi pistola se disparó, y ambos dimos gracias por el descanso por que el sexo esa noche fue como una guerra, en la que dos personas querían ganar en orgasmos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario