sábado, 8 de junio de 2013

Causa-efecto

No pudo escuchar su último suspiro, pero si los dos últimos latidos de su corazón, ella yacía en el suelo en sus últimos segundos de vida. El mendigo no podía soportarlo, había apuñalado a una mujer inocente por cuatro duros para drogarse. Él nunca había sido mala persona, pero la desesperación a la que estaba siendo sometido, le hizo actuar sin pensar más que en el propósito y no en las consecuencias. Se levantó y comenzó a huir lejos de la tortuosa imagen de aquella mujer asesinada por sus propias manos, lamentando cada segundo de lo sucedido y arrepintiéndose de toda su vida, la cual le había conducido a sostener el cuchillo que daría fin a la existencia de una mujer, que simplemente pasaba por el lugar equivocado en el momento más trágico de la historia del mendigo.

Corrió y corrió sin fijarse demasiado por donde huía. A lo lejos comenzaban a sonar las sirenas de los coches de la policía y ambulancias, incluso se distinguían alguno gritos que provenían de su pasado más cercano metros atrás. Pero tan intuitiva era su huida que no callo en el pensamiento de que las sirenas estaban más cerca de lo que su concentración le remitía a su cerebro, por lo que llego a un cruce prácticamente desorientado, sin mirar a ambos lados atravesó ese negro y peligroso rio que representa el asfalto, hasta que escucho con firmeza que a su lado derecho, una luz roja, otra azul, se acercaban a él violentamente. El mendigo acabo tres metros delante de las luces que provenían de uno de los coches de policía, sin vida, el policía encargado de conducir se encargó de ver si estaba bien, pero el mendigo ya no tenía vida, tenía el cuello roto, su rostro dibujado de culpabilidad, que se hizo más fácil de ver cuando un testigo, lo señalo como el culpable del asesinato. Aun así era la primera vez que el policía veía un cadáver de cerca, esa noche tuvo que ver dos, acababa de salir de la academia, no tenía demasiada experiencia. Volvió a casa perturbado por las imágenes que le había tocado vivir, pero era una persona fuerte y le respaldaba su esposa con la que había contraído matrimonio recientemente. Le contó
a ella, que le había tocado ir a la casa de la mujer para decirle a su hijo de quince años con el que vivía sola, que su madre había sido asesinada por un mendigo que vivía desesperado en las calles, el muchacho le culpo, por permitir al mendigo recorrer con total libertad el mismo mundo que recorre la gente decente, aunque se lo tomo como un arrebato lógico de miedo ante una nueva situación para el muchacho.

Al cabo de unos días recibió la información acerca del entierro de la mujer, el policía entregado, decidió aparecer para dar el pésame a la familia, fue una ceremonia normal, en un cementerio extenso rodeado de césped y tumbas, el ataúd bajaba lentamente en su agujero, igual que las lágrimas de los presentes por sus mejillas. El policía fue uniformado ya que le cogió en horas de servicio, diviso al muchacho que días atrás le había dado la noticia, le hizo un gesto, se dio media vuelta y se marchó. El policía, cuando se dirigía a su coche, noto que se le recortaba el peso de su cadera derecha, donde estaba su pistola, se dio la vuelta para reaccionar pero era demasiado tarde, el muchacho le había disparado por la espalda atravesándole el corazón, y automáticamente el mismo muchacho se voló la cabeza con el arma.


Horas más tarde en casa del policía, se recibió una llamada del médico que había dedicado unas pruebas a la mujer del policía, estaba embarazada, no cabía en su gozo, su felicidad era desmesurada pues estaba casada con el hombre que amaba e iba a tener un bebe con él, pensó que nada le empañaría su día. Sonó el timbre, ella fue con una sonrisa a abrir pensando en el policía, pero esta vez era otro policía con la nefasta noticia, se desplomo en el suelo, pues era insoportable su dolor, estuve meses en psicólogos hasta que nació su hija, la cual le devolvió la sonrisa, y la llamo Alhora, aconsejada por la psicóloga ya que su hermana había muerto hacia unos meses a manos de un mendigo, cuando iba a la comisaría para denunciar los malos tratos de su hijo.  La mujer se centró en su hija por su marido, el cual había sido víctima del causa-efecto que a veces se da en la vida de manera trágica.

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