lunes, 10 de junio de 2013

Cobardía en el infierno

Caminando por una calle un muchacho muy miedoso, paseaba tembloroso pensando que le saldrían misteriosos espectros por el pueblo.

Aunque asustado, el muchacho no se rindió y siguió su camino hasta su casa que vivía con su familia desde 
el principio de sus días. Pero cuando abrió la puerta se llevó la sorpresa, su familia asesinada y en el medio solo había una nota en un hacha. “Si quieres que vuelvan adentrarte a las puertas debes”. El muchacho resignado se dirigió a mil caminos que no había recorrido, miles de senderos en los que ninguna puerta vio en la que adentrarse. Volvió a su casa después de unos años de búsqueda por el mundo, y se dio cuenta que en su casa había una puerta que nunca había estado entre las ventanas que daban a la terraza, pero esta puerta por dentro eran escaleras hacia adentro de la tierra.

El muchacho ya llevaba varios años de cobardía, pero por su familia perdida le nació en su corazón la valentía para en las puertas adentrarse y a su familia de entre los muertos poder traer una vez más. Bajo las escaleras, que llevaban hacia la tierra, sus barandillas eran de fuego iluminando el camino, pero los escalones eran altos y era peligroso bajarlos sin apoyarse en ninguna parte, así que el muchacho durante horas bajo despacio para no tropezar, ya que en sus viajes la paciencia aprendió a utilizar.

Una vez llegado al subsuelo de la capa terrestre se encontró en un pasillo que estaba impregnado con el olor de la muerte, habiéndolo reconocido de su salón el día que espera con su hazaña dejar en el olvido. Esto no frenaba al miedoso muchacho que parecía una nueva persona, parecía un héroe de la antigüedad, pues recorriendo algo similar al inframundo como Hércules se sentía, pero en vez de a cerbero se encontró con un portero, que le decía que si pasaba, al mundo de los demonios se adentraba. La irrealidad del portero salvaguardando la entrada, le hizo pensar en si vivía hace tiempo dentro de un sueño, pues al pasar la puerta vio a miles de demonios en una llanura bailando al son de sus gritos, y bebiendo de la lluvia que caía, mas esa lluvia era sangre. La perturbación de la imagen se colmaba con los demonios copulando de cabo a rabo sin mirar si alguien más observaba, pues una orgía demoníaca en el lugar se plasmaba.

Atravesó el valle y su mente no se estabilizaba pues la imágenes que había vivido no quería que fueran recordadas, por lo que se dio un cabezazo contra la pared en busca de su muerte, para poder salir de aquel peligroso y mental presidio en el que sospechaba que estaba, pero nada más lejos, pues la sangre frotaba de su cabeza y el dolor dejo claro que de un sueño no se trataba. Y resignado siguió el camino para a su familia rescatar de las manos de un asesino que vino del más allá.

Al pasar el mal rato, vio a su familia en un reloj de arena, su familia abajo y la arena cayendo hasta casi cubrirles las cabezas, y el asesino que Belcebú se llamaba, ni un respiro al muchacho le daba, pues si quería que su familia viviera él debía cumplir la eternidad en el infierno, pues era el precio a pagar.
El muchacho que era miedoso en un principio, se pensó en el entuerto, pues en el infierno la eternidad era una tormenta más grande que vivir sin su familia en el mundo mortal que no es precisamente de ensueño. Después de un rato se dio media vuelta y se marchó para su casa, se negaba a pasarse la eternidad en el infierno por su familia, pues sino querían morir haber cerrado la puerta, ya que tanta valentía iba a acabar con él, en un castigo que no tenía profecía, por lo que se marchó de aquel oscuro lugar para volver a su casa a descansar.

El muchacho despertó a la mañana siguiente y siguió con su vida, aunque cada noche los gritos de su familia soltándole improperios escuchaba, él estaba vivo y la vida no lo castigaba.

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