sábado, 15 de junio de 2013

La arpía

Hace tiempo en un lugar que nadie deberías recordar, un muchacho intentó la épica.

Su nombre no reconocerías, y su imagen no era importante pues su hazaña aunque valiente, no se recordó como grande, ni siquiera importante, más bien es cuestión de ser inútil. Todo comenzó una noche en la que aquel muchacho se dirigía a un concierto en su ciudad, la emoción le nublaba el sentido, era su grupo favorito y su entrada había adquirido meses atrás, así que llevaba un tiempo soñando con ir a ver el espectáculo que aquella entrada le daba derecho a abordar. Pero en el camino, surgieron imprevistos, pues una de las muchachas de aquel lugar, le hacía perder la cabeza, y no contaba con encontrársela llorando, pues entrada no tenia, y quería entrar a cualquier precio, así que actuaría como una arpía, convencida de que el muchacho la ayudaría.

-          * Hola, ¿Vas al concierto? –dijo la muchacha-.

-          * Sí, claro aquí tengo la entrada –respondió el muchacho-.

-          * Llevaba tiempo pensando en invitarte a venir conmigo pero me daba vergüenza, no tenía entradas, y no sabía si a ti te gustaba. Y después del concierto estoy sola en casa es una lástima que no podamos luego venir a pasar la noche juntos –la muchacha buscaba la vuelta a ver si caía el joven-.

-          * ¡Vaya! Lástima no quedan entradas, pero cuando acabe el concierto podría llamarte, y vernos –el muchacho no era consciente de la mala fe de la cría-.

-          * No creo, estaré durmiendo si fuera al concierto volvería excitada, pero él no ir supone una decepción así que no saldré de la cama –dijo haciéndose víctima-.

El muchacho que era virgen, vio su oportunidad en su mano derecha, donde su entrada tenía, sopeso dársela y esperar, pues escucharlo por fuera, podría ser su consuelo, si esa noche le da al tema sin recelo.

-         * Te daré mi entrada, y te esperare aquí afuera, cuando salgas compartiremos lo que con ansias hace tiempo espero, que es pasar la noche contigo, así que toma y no demores pues el concierto en poco tiempo comenzara –el muchacho convencido de enternecer su corazón dio su entrada-.

-         * Gracias –respondió y corrió a la puerta sin voltear la cabeza-.

El muchacho que pecaba de confiado se acercó a la valla y escucho un tanto desconsolado la melodía que desprendía aquella valla que era la única visión que tenía. Pasaron unas cuantas horas entre canciones y pensamientos que discurrían en su cabeza acerca de aquella muchacha, el concierto acabo y se dirigió a la puerta. Los minutos corrían y el rostro de la aquella chica no se veía, ni su silueta a lo lejos, ni su caradura en reflejos.

El muchacho espero y espero, hasta que aquella muchacha apareció en los brazos de un garulo, que dentro conoció, el muchacho destrozado, volvió a casa desilusionado, pues fue capaz de ir a reclamar su dinero, pero en su cara se estampo la negativa de aquel garulo protector de la decencia de la arpía seductora. Unos minutos tardo en recuperarse entre personas desconocidas que cuando su historia contaba, las burlas llovían en modo de carcajadas, para colmo de camino a casa vio la luz a lo lejos de la habitación de la muchacha, se distinguían las sombras, para rematar la faena, cuando por debajo pasaba su ritmo aceleraba, porque los gemidos le recordaban, que fue tonto por confiar en una dama, así que el muchacho llego a la casa, y miro su mano derecha, donde su entrada había estado horas antes, esa misma mano le proporciono un desahogo, que los gemidos de aquella arpía, le hicieron que su imaginación volara. A la mañana siguiente aprendió la lección pues al próximo evento compraría dos entradas, pues mas solo en la calle no se quedaría pues él quería ser participe en la consecución de los gemidos. Porque de una mujer nunca más se fiaría.

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